TAUTOLOGÍA O GRITO

Aprender mediante la palabra y el discurso, mediante la dialéctica y la retórica, es algo tan básico y elemental como complicado, hay que andarse con cuidado. Si bien es cierto que mediante la verbalización los pensamientos se vertebran y adquieren coherencia, y que es en interacción con otros discursos que el nuestro se vuelve más fuerte, con más sentido; no es menos cierto que las palabras son, en muchas ocasiones, amigas de las que no hay que fiarse mucho. Y es que ellas -sobre todo algunas de ellas, las que nos preocupan- no son más que símbolos que han perdido gran parte de su significado, ampliando tanto su contenido que ya casi han perdido todos los matices que un día tuvieron-o pretendieron tener-. De manera que el repetido uso de significantes tan poderosos como “democracia”, “libertad”, “igualdad” o la misma “política” se han quedado casi sin significados o, al menos, los han diluido tanto que es difícil vislumbrarlos. Es por ello que, a veces, pareciera que la Verdad tan solo puede expresarse mediante la TAUTOLOGÍA o el GRITO.



Pero no nos damos por vencidos y pretendemos, con cada paso que damos, desentrañar un pedazo más de esos conceptos que tanto interés nos merecen. Así que mantenemos nuestra mente despejada y, sin más, GRITAMOS. Y desgarraremos nuestras gargantas y vuestros ojos hasta lograr algo de coherencia, hasta conseguir aportarnos -y aportaros- algo más de ese conocimiento del que nuestras mentes siguen ávidas.

jueves, 24 de febrero de 2011

OTRA ÓPTICA DE CLASE A LA CRISIS DE LEGITIMIDAD DEL ESTADO DE BIENESTAR

Consideramos que la clase media es aquella que obtiene un salario medio. Y consideramos que ese salario medio son unos 1600 euros. Suponemos entonces que esa clase media obtiene del Estado Social de Bienestar más de lo que conseguiría por sus propios medios. Pero que, sin embargo, es estrecho el margen de beneficios obtenidos del Estado con respecto a lo que con sus propios salarios podría obtener. Y es que es una clase ésta que tiene posibilidades de realizar un esfuerzo extra en sus gastos y sustituir así los servicios públicos que le nutren en parte por aquellos otros, los privados, que ambiciona y que, además, observa con interés en las clases altas.
De manera que, expuestas estas premisas, parecería lógico pensar poco más o menos que el Estado de Bienestar pierde legitimidad con cada política pública efectivamente social que implanta. Y es que esas clases medias desean de los servicios públicos la calidad y excelencia que las opulentas y brillantes empresas del sector privado pueden ofrecer. Tal cosa -el sostenimiento de unos servicios de suficiente calidad- se supone casi imposible de conseguir por parte de las actuales ineficientes, rígidas y mastodónticas burocracias, así que las exigencias y críticas se suceden y las cotas de legitimidad de lo público disminuyen.
Siguiendo esta línea argumental, pues, no es extraño observar como se difunden las ideas de la Nueva Gestión Pública y la Gobernanza por la Academia y los nuevos estudios de la Ciencia de la Administración. Se aboga por la permeabilidad de los instrumentos propios de lo privado para gestionar también lo público, entonces, en busca de esa ansiada eficiencia que permita pagar menos -impuestos, se entiende, deslegitimizados- para ofrecer servicios más “brillantes”, aptos para esas clases medias ambiciosas que no están dispuestas a tolerar listas de espera ni habitaciones compartidas.

De: Olimpia March

El resultado evidente en la práctica política y administrativa es el adelgazamiento de las administraciones y la “externalización” -no tanto la privatización, que también, aunque de momento sea un término que siga dando algo de miedo- de los servicios. Lo que ya no es tan evidente es la mejora de esos innovadores servicios en su eficiencia.
Y es que la cuestión, en este caso, quizás tenga algo que ver con los términos: Si bien el salario “medio” aritméticamente calculado (esos 1600 euros[1]) podría servir para definir a la “clase media”, lo cierto es que la “media” no es la “moda” y a lo mejor debemos tener en cuenta la “curtosis”. Es decir, debemos considerar que la clase media no es la más numerosa y pensar, quizás, en términos de clase trabajadora, que no llega a la media en sus salarios y que, viviendo de estas rentas más bajas, no puede obtener los mismos servicios en los mercados privados que aquellos que el Estado le proporciona. Si así fuera, estas clases trabajadoras, más numerosas, estarían en disposición de necesitar y poder disfrutar los beneficios del Estado Social de Bienestar de forma más amplia y de, por tanto, legitimar en mayor medida tales políticas y tal modelo de administración.
No debe ser innegable que la clase media sea la mayoritaria: Si bien la prestigiosa revista Times[2] publica en sus encuestas que porcentajes amplísimos (un 74%) de la población se identifican a sí mismos como clases medias, no es menos cierto que en la propia pregunta se hace la trampa. Y es que la formulación que nos encontramos en el enunciado solo nos permite optar entre “clase media”, “clase alta” y “clase baja”. Sin embargo podemos observar que, en las poquísimas ocasiones en que se ha diferenciado entre “clase media” y “clase trabajadora”, los resultados han sido muy distintos: Tan solo un 38% se consideraban “clase media” frente al 54% de los que se veían como “clase trabajadora” (eso en Estados Unidos, pero los resultados son muy parecidos en los países de la Europa de los 15).
Y es que es muy posible que ante la pregunta “¿Se considera usted clase baja?”, la inmensa mayoría de la población se sintiera incluso ofendida. Pasando a considerarse, entonces, socialmente mejor posicionados de lo que, con objetividad, cabría pensar.
Así que resulta que la premisa axiomática e innegable inicial de que la clase media es la más numerosa, que es la que justifica la base del argumento de la pérdida de legitimidad del Estado de Bienestar y de las políticas públicas asistenciales, haciendo necesario el uso de instrumentos de externalización, privatización y austeridad en los servicios, parece poder ser cuestionada.
De manera que el desprestigio sistemático de los Empleados Públicos, mal llamados, todos ellos, funcionarios, se nos presenta quizás también parte de una estrategia que permita hacer más viables las reformas que buscan la incesante disminución de las burocracias y, con ellas, los servicios públicos.
Además de la justificación mediante, por supuesto, una crisis cuya naturaleza financiera se ha olvidado. Detengámonos aquí por unas líneas: En 1993 Clinton, que se había presentado con un programa definido -con cierto miedo- por el Financial Times como “inspirado en la socialdemocracia sueca”, una vez llegó a la presidencia pasó a incumplir todas sus promesas, situando los intereses del capital financiero en el centro y reduciendo el gasto público. El partido laborista británico, por su parte, desreguló la banca y el mercado financiero (en la City se permiten prácticas prohibidas en Wall Street), favoreciendo estos sectores a costa de los mercados industriales. Ello provocó reducciones pronunciadas en los salarios medios, lo que fomentó la solicitud de créditos para el mantenimiento del nivel de vida y, por tanto, el mayor auge de las finanzas, nutriéndolas. Algo similar pasó en Alemania, que comienza, con el canciller socialdemócrata Schroeder a apoyar el capital financiero a costa del nivel de vida de la clase trabajadora y de la reducción de las rentas del trabajo.
Con la disminución generalizada de los salarios reales y el aumento indiscriminado del mundo de las finanzas, el caso de las famosas hipotecas sub-prime estadounidenses fue solo la chispa que prendió un estallido de crisis que debía haber sido fácil de adivinar (y que así lo fue, de hecho, por algunos sectores de la ciudadanía e, incluso, de la academia intelectual que no cesaron de mostrarlo sin ser escuchados, pero esto es otro tema).
De manera que, con el poder económico acumulado por las élites en estos tiempos, se ha acumulado también poder político y, por tanto, capacidad para tomar decisiones que sigan beneficiando al centro europeo causante de las crisis frente a una periferia que, en Europa, es quien la sufre. De manera análoga, se ha venido beneficiando sistemáticamente a las clases altas y, en menor medida, medias que no ganan tanto si pagan impuestos de naturaleza progresiva. Olvidando las causas de los efectos en la búsqueda de soluciones y la situación económica y social de la numerosa clase trabajadora en la implantación de políticas públicas por los partidos socialdemócratas.
La argumentación que nos ha llevado a explicar esta paradoja no pretende justificar las evidentes ineficiencias de las Administraciones ni apartarnos del debate que nutre la búsqueda de una mejora en los servicios. Pero lo que sí queremos es cuestionar el hecho de que tal debate se utilice para la disminución sin tapujos de la gestión directa en pro de una gestión indirecta que más pareciera tener que ver con el clientelismo de las élites que con una mejora racional y real en los servicios.


NOTAS DE REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA: “Mujeres y hombres en España 2010” Disponible en web [http://www.ine.es/prodyser/pubweb/myh/myh10_renta.pdf]
VICENÇ NAVARRO: “¿Existen las Clases sociales?” Disponible en web [http://www.vnavarro.org/wp-content/uploads/2009/03/existen-clases-sociales1.pdf]



[1] La diferencia entre el salario medio anual en 2007 (22.780,30) y el salario más frecuente o modal (14.508,70) era de más de 8.000 euros, según el Instituto Nacional de Estadística. Eso sin entrar en otras consideraciones, como el hecho de que el salario promedio anual femenino es el 74,40% del masculino.
[2] Citada por Vicenç Navarro en “¿Existen las clases sociales?”, 2009.


viernes, 28 de enero de 2011

PARA EL DEBATE: CRISIS FINANCIERA Y DEUDA PÚBLICA

Todos, en los tiempos que corren, y desde posturas más o menos académicas y más o menos informadas, nos preguntamos lo mismo ¿de dónde ha salido esta crisis de la que tanto oímos hablar y que tanto nos afecta? No es para menos si tenemos en cuenta que se ha estimado que la riqueza mundial ha disminuido enormemente, pasando de 80 billones de dólares a 60, y ello cuando la cantidad de impagos de las famosas subprime estadounidenses apenas ha representado unos 2 billones. ¿Cómo puede ser que una pérdida de valor de dos billones de dólares en las hipotecas haya destruido riqueza por valor de 20 billones?
El asunto se vuelve aún más sórdido si consideramos, siguiendo cálculos de Pual Krugman, que la mencionada crisis económica ha costado a Estados Unidos ocho puntos de crecimiento del PIB; o lo que es lo mismo: que Estados Unidos está perdiendo alrededor de un billón de dólares al año. Entonces, si hasta mediados de 2007 la economía se desarrollaba y crecía con supuesta normalidad, ¿qué ha cambiado para que estallara la crisis? Es importante pararnos en este punto y no dejarnos llevar por la impaciencia, según como respondamos a estas preguntas obtendremos una u otra propuesta de resolución.
De manera que podemos comenzar por considerar que los activos financieros no son más que títulos de propiedad negociados sobre distintas partes presentes o futuras de la economía real. El valor de esta riqueza depende, por tanto, de su capacidad para generar renta en el futuro. También debemos tener en cuenta cinco causas posibles para que el valor de los activos financieros fluctúe[1]: (1) Debido a una reducción del ahorro y la inversión. (2) Por las malas noticias circulantes sobre la capacidad que tiene la riqueza para generar beneficios, (3) A consecuencia del número de impagos, (4) Debido a problemas de iliquidez porque los beneficios aparezcan más tarde de lo que habíamos esperado, O (5) por un incremento de la incertidumbre (desconfianza en la recuperación de la inversión).
Brad Delong, de acuerdo con las argumentaciones previas y para el momento actual, supone que la razón última de la reducción de la riqueza global se basa en un aumento de la incertidumbre entre los agentes económicos. En la misma línea, Krugman en alguno de sus recientes artículos parece pensar que la economía real está parada porque la incertidumbre se ha incrementado tanto que ya nadie consume ni invierte. Siguiendo estos criterios está claro que el Gobierno tiene que restaurar la confianza con el dinero de los contribuyentes, rescatando gestoras de finanzas y banca, y “apretándose el cinturón” en gasto social. Es decir, en todas esas argumentaciones es la crisis financiera causa de la crisis en la economía real, así que solucionando aquella, solucionaremos esta.
De manera que, el hecho de que en los últimos años se hayan publicado infinidad de artículos –tanto en la literatura científica, como en la divulgativa- sobre las consecuencias de la desregulación de los mercados financieros y sobre la introducción de nuevos productos de alto riesgo, que originaron la crisis financiera y, con ella, la económica, ha supuesto que la mayoría de propuestas de resolución pretendan escapar de la crisis mediante ayudas a la banca o, como mucho, mediante su regulación, para tratar así de recuperar esa supuesta “confianza perdida”.
Pero no podemos quedarnos aquí, puede que debamos dar una vuelta más al problema. Quizás no se esté teniendo en cuenta que, durante años, nuestras economías han estado viviendo un falso auge crediticio del que era característica común el hecho de que, si bien toda inversión a largo plazo debería estar financiada con ahorro a largo, los préstamos a largo que concedían los bancos (por ejemplo, hipotecas) sólo lo estaban con deuda a muy corto plazo (depósitos a la vista).
Esta es la tesis que se nos expone desde varios puntos de vista: “En un primer momento los agentes económicos comenzaron a acometer inversiones que, aun siendo poco rentables, les permitían pagar los tipos de interés artificialmente bajos que les exigían los bancos. No es que estas inversiones fueran realmente rentables, pero lo parecían debido al crédito irrealmente barato que proporcionaban los bancos. El resultado fue una economía con mucha deuda y un aparato productivo adaptado para satisfacer las necesidades de unos agentes que deberían haber seguido teniendo acceso a grandes cantidades de crédito artificialmente barato. Pero, obviamente, no podemos endeudarnos sin límite, así que cuando las familias, las empresas y los bancos decidieron que no seguirían incrementando su endeudamiento, por muy barato que se lo ofrecieran, el castillo de naipes se derrumbó”[2].
Así que las empresas, bancos y consumidores buscaron reducir su endeudamiento y para ello consumieron e invirtieron menos, lo que fue leído por muchos en clave de “desconfianza”. Mientras, otros piensan más bien en realizar esfuerzos por transformar su aparato productivo para adaptarlo a las nuevas necesidades y capacidades. Podría decirse, siguiendo esta nueva línea argumental, que no estamos dejando de crear riqueza con la crisis, sino que eso es precisamente lo que estábamos haciendo durante el auge artificial previo.
Es decir, si el valor de los activos financieros depende de la renta que sean capaces de generar en el futuro, parece claro que, si el aparato productivo no es lo suficientemente eficiente y ello se manifiesta en el excesivo endeudamiento, los activos financieros se tendrán que depreciar. Ello no significa que no hayan existido también incertidumbre y desconfianza, pero no pueden ser estas tenida como causas últimas -y únicas- sin considerar las malas inversiones del boom crediticio.
Aún hay más, en este mismo sentido pero yendo un paso más allá podríamos plantearnos, con Vicenç Navarro, que hay un problema económico de base, previo al financiero, al que hay que atender muy especialmente. Encontraríamos, entonces, el inicio del asunto en el hecho de que durante la Administración Carter se aumentaran los intereses bancarios, a fin de crear un elevado desempleo y reducir los salarios. Si bien en aquel momento se dijo que se hacía para controlar la inflación, lo cierto es que también puede leerse como un cambio en las relaciones de poder de clase, que da origen a unas políticas fiscales y económicas que claramente benefician a las rentas de capital y a las rentas superiores[3], perjudicando a las rentas más bajas y obligándolas a endeudarse.


Es este endeudamiento, entonces, el que posibilitó la gran extensión del sector financiero en la economía. Además, y de manera coherente, la escasa demanda hizo disminuir el crecimiento económico, lo que forzó al Banco Central del gobierno federal a bajar los intereses, facilitando la aparición de las sucesivas burbujas. Parece, por ello, sencillo llegar a la conclusión de que, a no ser que se resuelva el enorme endeudamiento de las familias, recuperando las rentas del trabajo mayores, no se podrá resolver la crisis, por mucho cariz financiero que le atribuyamos al embrollo. Difícil pareciera, sin embargo, aumentar las rentas del trabajo disminuyendo los gastos sociales estatales, tal y como estamos viendo que sucede con el seguimiento impuesto por las actuales políticas de “austeridad” para el pago de la deuda externa de los países de la periferia europea.
En ese sentido, podemos concluir tal como empezamos, con las palabras de Krugman, que ha declarado para The New York Times que “los gobiernos están obsesionados por la inflación cuando la verdadera amenaza es la deflación, y pregonan la necesidad de apretarse el cinturón cuando el problema real es el gasto inadecuado”, así mismo, señala que los líderes europeos "parece que cogen sus temas de conversación de una colección de discursos de Herbert Hoover, incluso reivindicando que subir impuestos y recortar los gastos expandirá la economía porque mejorará la confianza empresarial”. Y es que, “aunque la responsabilidad fiscal a largo plazo es importante, recortar el gasto en medio de una depresión, lo que profundiza la depresión y allana el camino a la deflación, es de hecho contraproducente”. El Nobel de economía asegura, que la imposición de estas políticas de “austeridad” supone “una victoria de una ortodoxia que tiene poco que ver con el análisis racional y cuyo principio es que imponer sufrimiento en otra gente es una manera de demostrar liderazgo en tiempos duros”[4].


[1] Según Brad Delong, cit. en Juan Ramón Rallo: “¿Dónde se ha perdido nuestra riqueza?”
[2] Juan Ramón Rallo: “¿Dónde se ha perdido nuestra riqueza?”
[3] Vicenç Navarro: “Las causas de la crisis mundial actual”: Del periodo 1970 a 2005, el 5% de la población de renta superior incrementó su renta un 81%, el 20% de la población de renta alta un 53%, mientras que las rentas medias e inferiores vieron disminuir sus rentas (el 20% de la población con menor renta vio descender su renta un 1%) o la vieron crecer muy lentamente (el siguiente 20% por encima del anterior 20% vio crecer sus rentas un 9%)

[4] “Krugman se muestra pesimista: vamos hacia una tercera depresión”. www.elEconomista.es. 28/06/2010 - 11:20

jueves, 27 de enero de 2011

ÚLTIMOS ENCUENTROS: FINANZAS GLOBALES Y OTRAS ECONOMÍAS

La existencia de un mundo financiero no es ajena a la existencia de un mundo en que la economía es real. No se trata de un libro anti utópico que podamos cerrar y olvidar en la mesilla de noche. Ambas están tan conectadas que la convulsión de una de ellas convulsiona a la otra de manera casi instantánea. Y que la existencia de una, tal como hoy la concebimos, no es posible sin la otra.
El planteamiento es el siguiente: Llevamos siglos consumiendo por encima de nuestras posibilidades presentes gracias a la articulación de una economía financiera que se ha situado por encima de nuestras cabezas entretejiéndose a nivel mundial hasta hacerse opaca y autofagocitadora. De manera que la crisis actual y el sistema financiero no pueden entenderse si no es teniendo en cuenta que el sistema ha generado instituciones monstruosas que han tomado la forma de grandes gestoras financieras, aseguradoras y entidades bancarias variadas, y que se nutren del sistema pero también surgen de él y para él.
Es en ese mismo contexto global financiero que economías tan fuertes como la China o la de otras potencias asiáticas de cuyo “milagroso” crecimiento hemos sido testigos últimamente surgen. No debemos asombrarnos de su existencia, son hijas legítimas del sistema que impregna nuestras cotidianeidades. E, hijos de ese mismo padre, surgen también las regiones económicas que últimamente hemos venido trayendo a nuestras consciencias. Incluso los movimientos más o menos teóricos antiglobalizadores o que pretenden alternativas económicas les deben a los dioses de las finanzas sus vidas.

En resumen: Salir del sistema no es posible y la evolución del mismo está por decidir. Todo esto es cierto, pero no puede hacernos caer en el tan tentador pesimismo existencial que bajo las nubes grises de hoy tan cercano se nos muestra. Y es que las élites -hoy más difusas que nunca- ejercen su poder e influencia sobre las masas -hoy de forma más sutil que antes-, pero no pueden por menos que ceder, también, a la interacción con ellas.
Y resulta aquí pertinente presentarnos frente a un tipo de nombre Pzeworski, que estudió 187 países distintos desde el s. XVIII hasta el año 2000: La evidencia empírica nos muestra como las sucesivas ampliaciones observadas a nivel mundial en el derecho al sufragio son consecuencia de las amenazas revolucionarias percibidas gracias al acaecimiento de diversas movilizaciones, revueltas, manifestaciones y huelgas por parte de la clase obrera. Lo que se haga, cuenta. La movilización social sí vale para algo. Y no lo digo yo, lo dice la ciencia.

jueves, 20 de enero de 2011

[FINANZAS Y PETRÓLEO] O [ANTIGLOBALIZACIÓN Y AGROECOLOGÍA]

Vivimos en tiempos difíciles en los que, sin duda, las esencias de nuestras desazones pueden escribirse en clave económica. Es por ello que, pese a que el sistema financiero mundial resulta ser un tema manido, también es interesante, y lo es precisamente por lo que de desconocido tiene. Hasta tal punto es así que no resulta posible llegar a entenderlo en su totalidad en unos pocos minutos, en unas líneas inciertas. Su complejidad nos desborda y tendemos a simplificarlo sin pensar demasiado en todo lo que implica. Sin pensar en que implica demasiado.
Por eso es de agradecer que alguien se preocupe por tratar de contarnos a qué viene todo este embrollo en que nos hemos metido, qué es esto de la crisis financiera, cuáles son sus causas. A priori, pareciera que varias se nos presentan como posibles: Las políticas monetarias, la falta de competitividad en la oferta productiva, la deuda de determinados países que termina por generar déficit, la crisis estadounidense de las hipotecas subprime o la caída del Muro de Berlín que acaba por configurar un sistema económico único, homogeneizado y hegemónico bajo el mando la potencia estadounidense.
Y, sin más, en medio de todo esto España se sumerge y naufraga. Con otros tantos países de la periferia europea, a nosotros también el futuro se nos presenta incierto, desolador, gris. Hasta que nos encontramos sumidos en un entorno en que la ficción de los mercados financieros ha generado una sobredemanda de dinero que, si bien ha mejorado el sistema productor, también ha dificultado su gestión y ha generado una euforia irreal que nos pone en peligro a todos.
La maraña de euromercados, bolsas, divisas y mercados de derivados se retuerce a nuestro alrededor generando una opacidad nunca antes vista, hasta que la búsqueda de culpables marea, ya no encontramos más que fantasmas.

Es por ello, entre otras cosas, que en los últimos tiempos se legitiman y resurgen con fuerza los movimientos críticos a un sistema que zozobra y parece resquebrajarse. Y no nos extraña que los movimientos antiglobalización encuentren su razón de ser en las consecuencias negativas que del sistema económico mundial en que vivimos se desprenden. Claro que en un sistema en que la información se nos presenta fragmentada, manipulada e insuficiente y la competencia es, como mínimo, desigual, la acumulación de capitales potencia y fomenta injusticias distributivas que vienen a configurar el, tantas veces denostado, mundo del 80/20.
Añadido a esto se suman infinidad de consecuencias adyacentes y no menos preocupantes: Desde el aumento y fortalecimiento de las redes criminales globales hasta la falta de legitimidad de instituciones reguladoras a nivel mundial. Todo ello sucediéndose sin pausa en un escenario desolador en que podríamos hablar de una absoluta “desgobernanza planetaria”, si se me permite el invento lingüístico. Sin olvidar, en este periplo por las desgracias mundiales, la preocupante homogeneización cultural del pensamiento único hegemónico ni; por supuesto, la búsqueda constante de la rentabilidad a corto plazo, sea esta encontrada mediante especulación voraz o la desconsideración absoluta de las condiciones ambientales de un planeta que se supone es nuestro hogar, aunque a veces se nos olvide.

En esta línea podemos encontrar todo un abanico de respuestas en forma de la llamada resistencia agroecológica que dan forma a otro modo de consumo más responsable que no ponga en peligro, con cada cucharada de sopa de sobre, una parte de nuestra ecología, al mismo tiempo que acrecienta, unos kilómetros más, la brecha entre los muchos que tienen poco y los pocos que tienen demasiado.
Pese a que se trata de una cuestión, la agrícola y medioambiental, conocida en parte por todos, necesitamos que se nos dejen las cosas claras una vez más. Mil gracias a aquellos que, sea una vez y por 20 minutos, o sea de forma constante y por toda la vida, siguen empeñados en hacernos ver los mil y un perjuicios que en el interior de un sistema transgénico nos amenazan.


Claro que esto no queda aquí, pudiera resultar quizás más cercano el problema del desempleo, que a todo lo demás se une. Una herida estructural en España pero que, desde la Unión Europea, se sostiene y alimenta o, al menos y desde luego, no se soluciona en ningún modo.
En este caso también nos encontramos con un problema de gravísima trascendencia que no terminamos de comprender y cuya necesaria explicación nos ofrecería un primer acercamiento que pudiera, más adelante, cristalizarse en el surgimiento de posibles soluciones.

Y es que, en resumen, la interconexión palpable de la integración económica global nos lleva a conocer problemas lejanos que nos afectan de manera directa, como es el caso de los países del Caúcaso, en los que podemos comprobar ya como la existencia de petróleo en grandes cantidades convierte en estratégico y vital un punto que, de otro modo, quizás pudiera pasar desapercibido.

Pero, y para concluir, lo más duro de todo esto es que YA LO SABEMOS, que no nos sorprende, que no nos emociona, que no nos horroriza. Nos hemos habituado a escuchar y leer, sin entender demasiado, como tiramos el mundo por un vertedero de no reciclaje. Os propongo algunos enlaces para un consumo más adecuado y responsable, o una antiglobalización activareivindicadora. No dejemos de pinchar. No dejemos de gritar.

viernes, 7 de enero de 2011

SI MARX VIVIERA GLOBALIZADO

Partiendo de los escritos de Sweezy podemos considerar que lo esencial a la hora de estudiar la realidad es encontrar las leyes básicas del funcionamiento del sistema. Así, Marx considera que las fuerzas productivas de la realidad acaban impulsando las relaciones sociales. Las mercancías están en el centro de los cambios, explican las raíces del valor y, por tanto, las relaciones sociales.
El valor de uso y el valor de cambio son conceptos importantes. La utilidad tiene que ver con el primero de ellos, y el precio con el segundo. El precio oscila en torno al valor de las cosas. El sentido de utilidad oscila en torno al valor de uso. El precio, por su lado, orienta sobre el valor de las cosas, pero depende mucho de otra pluralidad de factores que también está actuando.

Esta foto es mía, no hay enlace a flikr, lo siento.  ;-)

Por otra parte, y relacionado con lo anterior, el valor de cambio social se expresa mediante el salario, que materializa una relación social entre capitalista y obrero (o entre empleador y empleado).
Cada elemento que actúa en el proceso productivo transforma su fuerza de trabajo para cambiarla por lo que consume: Se vende para comprar. Pero, en el sistema capitalista, el propietario con su dinero inicial disponible compra suelo, maquinarias, materias primas y mano de obra y, mientras suelo maquinaria y materias primas se van depreciando con el paso del tiempo, el trabajo es el único elemento que se concibe como capital variable. Esto significa, entonces, que el tiempo de trabajo es la fuente del valor.
De esta forma, Marx combina el valor de uso y el valor de cambio en la expresión de la relación social que es el salario. El valor de cambio del salario puede tener más del doble de valor de uso al incorporarlo al proceso de producción, generando así la plusvalía.
Además, el salario sirve para oscilar en torno al valor. En expansión económica oscilará, pues, el salario, por encima del nivel de subsistencia, reduciendo los márgenes del empleador. En las etapas recesivas, sin embargo, tenderá a la baja.
Lo que podríamos llamar “economía vulgar”, tiende a pensar que lo importante no es el valor, sino el precio. Lo cierto es que el precio tiende a encontrarse con el valor de forma más o menos precisa. Y que el valor del salario circula muy cercano al nivel de subsistencia socialmente necesario.


Podemos considerar, ahora, que la unidad básica del sistema de globalización es la “corporación”, expresando lo micro. Esta unidad casi siempre produce a través de otros. Trata, negocia y, a veces, presiona a sus suministradores, que serían un primer nivel de interacción. Este nivel se ha rodeado de otro, y este de otro, quizás de más. Son distintos niveles que tratan unos con otros y que van aislando a la “corporación” del resto.
La mayoría de la producción está en el nivel más alejado del centro de la corporación, generando plusvalía pero no materializándola, porque tiene que producir a unos precios muy por debajo del nivel del valor. Tan por debajo del nivel del valor están sus precios que no se puede evitar la informalización: se terminan generando economías sumergidas en esos niveles al margen. La corrupción, tan alejada del nivel central, ya no produce responsabilidades por ello en la “propia corporación”.
Y es que, aunque desde la corporación será que se distribuya esa producción, habiendo materializado los distintos pasos entre niveles, se hará con total opacidad por parte del nivel central, impidiendo que se pueda ver toda la explotación real que hay en el sistema.
Cada uno de los escalones, por el camino, va apropiándose de parte del valor, materializando cada nivel para sí esa parte, acentuando cada vez más la diferencia entre el valor inicial del primer nivel y el final por el que el producto se terminará distribuyendo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

NO RESULTA INOCUO LO QUE ENTENDAMOS POR "SABER", ALGUNAS LECTURAS ACERCA DE LA CUESTIÓN

“Es ciencia cualquier tipo de conocimiento que haya sido objeto de esfuerzos conscientes para perfeccionarlo. Estos esfuerzos producen hábitos mentales -métodos o técnicas- y un dominio de los hechos descubiertos por esas técnicas”
J. Schumpeter, Historia del análisis económico.
Ello supone que, según G. Longo, la finalidad del conocimiento sea “descubrir las normas, o sea, las leyes del universo empírico que rodea al hombre”



De manera que ese conocimiento, así determinado como científico, se compone de tres aspectos:
1.       Mediante la ciencia se pretende describir y explicar la realidad,
2.       Pero sin salirse de ella, de manera que podamos comprender el mundo y su “materia”, que es la “realidad objetiva que existe con independencia de la conciencia humana y se refleja en ésta” (Lenin).
3.       Para que luego, gracias a ese conocimiento del mundo, podamos actuar sobre él, modificarlo, actuar.

Pero para G. Longo, pensamiento y acción, pese a estar ligados por la cognición, no pueden ejercerse de igual manera por iguales sujetos. Y es que el objeto de la ciencia, nos dice, debe ser la búsqueda de la verdad, y no de la utilidad, su objetivo no debe ser, en ningún caso, la acción. Aunque, reconoce, conociendo podremos actuar.
Además, y en esa misma línea, vemos como en los textos de G. Longo la praxis es de naturaleza eminentemente colectiva, mientras que la investigación no puede por más que ser individual. De manera que, siguiendo bajo igual argumentación, no se puede hacer a la vez ciencia y acción, porque, además, para investigar bien no debe, el científico, preocuparse de las consecuencias prácticas de su investigación.
No obstante todo esto, pensamos que merece cierto cuestionamiento la suposición sin peros de hacer a la investigación algo que es, en sí mismo, de carácter individual. Y es que suponer que un equipo o grupo no puede lograr resultados científicos puede considerarse, creemos, tan inexacto que llegue a ser falso. De igual modo, desdeñar el apoyo que de otras investigaciones hechas por otros científicos se obtiene en la propia, es hacer caso omiso de una de las realidades más poderosas que para hacer conocimiento existen.

Por otro lado, Manuel Sacristán ha dado en sus textos especial relevancia a lo que ha llamado una “concepción del mundo”: serían un conjunto de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, principios explícitos de la sociedad en que vive.
Según M. Sacristán, además, la filosofía, como contrapuesta a la religión, se va quedando sin ámbito de estudio en pro de la ciencia, que acaba con ella por varias razones: La ciencia predice, por un lado, y la ciencia da seguridad y mejores rendimientos debido a su intersubjetividad, por otro.
De manera que tenemos que la concepción del mundo se afirma sobre cuestiones que no son resolubles científicamente, mientras que el conocimiento intersubjetivo supone la posibilidad de las verificaciones y falsaciones empíricas y de argumentaciones analíticas, sean estas inductivas o deductivas. Así, llegamos a pensar que existe una concepción del mundo que toma el conocimiento científico como único conocimiento posible, antes, durante y después de cada investigación, creyendo ciegamente, con todo lo que de cuestionable ello tiene, en sus predicciones intersubjetivas.
La ciencia es, pues y para estas concepciones, el conocimiento supremo, por encima de todo lo demás: Gracias a ella se encuentra la explicación de los fenómenos de este mundo mediante la atención en otros fenómenos, también de este mundo. Este por sí y para sí de la naturaleza es lo que se ha venido llamando “inmanentismo”. Con él recuperaremos la verdad de las cosas mediante las cosas mismas, mediante una metodología dialéctica en que se eliminan los factores irracionales para explicar el mundo y se manejan relaciones de cariz cuantitativo, para reducir lo complejo hasta sus partes más homogéneas y, así, permitir plantear preguntas exactas para la formación de conceptos adecuados.
Solo de esta forma, entonces, lograremos explicar lo complejo mediante sus factores homogéneos que nos llevarán a la formación de leyes, de “totalidades concretas” (M. Sacristán).

Y si toda investigación, como expone G. Longo en sus textos, se desarrolla comenzando por una observación rigurosa de los hechos en que se han de seleccionar los más significativos y evidenciar las relaciones que los unen entre sí, posteriormente, podremos formular una hipótesis que explique coherentemente esos hechos. Resalta en este punto crucial de la investigación, a la hora de generar hipótesis que, no obstante lo inmanentista del invento científico, ahora, se nos dice, es necesario lo que se ha venido llamando “fantasía creadora”: que supone la capacidad del pensamiento para crear mentalmente imágenes subjetivas distintas de aquellas observadas en la realidad. (G. Longo)
De manera que las hipótesis, centrales en toda investigación científica, ya no vienen dadas por la realidad misma, y se hace necesario imaginar lo que la realidad no es para poder modificarla. Así que, es gracias a esa fantasía que el hombre puede, no solo reflejar la realidad, sino también conocerla y modificarla. Además, el científico hará uso de la intuición para analizar las formas de la naturaleza más verosímiles o racionales.
Claro que no se nos escapa que, desde esta concepción en que el mundo se compone de fenómenos inmanentes de la realidad presente que se explican mediante sus relaciones con otros fenómenos también existentes en igual plano de la realidad, la aceptación de capacidades como la fantasía y la intuición para explicar el mundo desde la ciencia no terminan de resultar del todo coherentes, y parecen irse a planos más allá de la realidad misma que bien podrían acercarse a la transcendencia que tratan de no necesitar. Pues bien, el conflicto queda aparentemente salvado mediante su localización (la localización de fantasía e intuición) dentro de las características peculiares de la actividad nerviosa superior y, por tanto, propias de los animales más desarrollados. Y es que, además, ambas han de estar controladas por una lógica férrea y rigurosa. (G. Longo)
Hay, desde ahí, un siguiente y crucial paso: comprobar que las hipótesis se corresponden con la realidad contrastándolas con los hechos. Es decir, de la observación de la realidad hemos pasado a la creación de hipótesis y de éstas a la experimentación. Ello nos llevará a una nueva generación de hipótesis porque, así se nos dice, todo conocimiento científico es conocimiento inacabado en que la elaboración teórica y la búsqueda de hechos o, lo que es lo mismo, la conceptuación y el análisis, se complementan pero no coinciden y ninguna puede sustituir a la otra.
Pese a ello, los hechos siempre son la base de una elaboración teórica, lo que pasa es que, y esto es un punto clave, toda investigación se inicia con la formulación de una pregunta, lo que constituye ya un razonamiento, una teoría. Concepciones previas como estas nos llevan a la conclusión de que, para que esto sea real, el trabajo de un estudioso se integra siempre en la investigación colectiva ya que cada investigador usa teorías e hipótesis previas que son de otros y que se basan en hechos observados previamente por los demás. El camino dialéctico de la interacción de estudiosos y el sucesivo descubrimiento de verdades relativas nos acercan, pues, a la verdad absoluta. De manera que, pudiera decirse, en éste momento histórico, y en virtud de esa capacidad acumulativa del conocimiento dialéctico, nos encontramos, por ser el último de los momentos históricos, en la cumbre del conocimiento, sabiendo más nosotros que los sabios clásicos o los teóricos ilustrados… O eso pareciera desprenderse del enfoque que manejamos, pero profundicemos un poco más.
En toda verdad relativa existe siempre un fragmento de la verdad absoluta, se concluye, pero ya, y debido a ello, solo se buscan verdades relativas, pues son las únicas que pueden verse. De manera que, siguiendo este hilo argumentador, la verdad absoluta, por inalcanzable, importa menos o no importa.
De esta guisa vamos llegando a la concepción de que existe una evolución progresiva, lineal, cierta y necesaria de ideas y conceptos. Pero ello no es posible sin, y es en este punto muy importante, definir para qué se usan las palabras, qué conceptos encierran. Una vez hecho esto, y puesto que la verdad conocida nunca es absoluta, lo importante de la ciencia será proporcionar una visión cada vez más exacta, lo que solo se puede lograr, así visto, mediante la rigurosidad y certeza del método científico. El camino expuesto nos aboca al convencimiento de que lo fundamental en la ciencia es su método, la forma en qué esta se va creando.
Entendemos, entonces, que pierde peso el concepto porque cada investigador tiene que definirlo, y también lo pierde, en el fondo, la verdad porque siempre es relativa. Los hechos han de estar completados con fantasías e intuición, eso sí, pero no aceptamos su subjetividad para desarrollar un método científico. Y es que, al final, el método, la herramienta, termina por ser lo esencial de esta forma del saber.
La conclusión es que el instrumento generado para conocer, pero falseado con objeto de higienizarlo de la subjetividad de lo humano, es lo importante. El conocimiento es poco más que secundario.
Así que, en el mundo del 80/20 el conocimiento es acumulativo y, se supone, siempre se va a mejor. En la realidad que ensalza las democracias en su plena crisis conceptual, no caben las contradicciones ni los matices pues de lo que se trata es de la posesión, por el devenir de la historia dialéctica y su acumulación de conocimientos, de una totalidad de verdades que aunque parciales, son las únicas posibles.
Si bien el transcendentalismo con sus verdades reveladas que son absolutas por lo que de divinas tienen es inaceptable para cualquier concepción del mundo que se nos aparezca como admisible, el inmanentismo radical que a veces se ha defendido no deja de ser menos totalizador con la creencia ciega en que toda la verdad está frente a nuestros ojos y no puede escapar a ellos. Sería posible pensar que, tanto en uno como en otro caso, la verdad deja de buscarse, o por ser revelada y venirnos dada, o por ser inalcanzable pero estar presente.

Como decimos, Roberto Carballo nos expone que, pese a que la ciencia evidencia límites, también supone éxitos, así que termina por obtener para sí un culto cuasi religioso.

Y es que el sentido de la ciencia se materializa en varias cuestiones como su carácter histórico, por un lado, o el uso que de la ciencia se ha hecho como instrumento de dominación social, por otro. Podemos, en esta línea, observar como los científicos han sido, en muchas ocasiones, reaccionarios al cambio de paradigma, y como han usado un lenguaje que no es comprensible para la mayoría.
Así que, si la ciencia es acumulativa, ¿cómo puede ser que se reproduzca el sistema de dominación? ¿Cómo va a ser lineal el conocimiento si parte de “concepciones del mundo” e ideologías? Y es que, partiendo de que nunca se alcanzan verdades absolutas, volvemos a la concepción de G. Longo que prioriza el método como parte central del conocimiento científico. Pero sucede que el método es tan contingente e histórico como la propia ciencia, y las teorías que en cada momento se configuran. Así pues, por su historicidad, el conocimiento pierde importancia, pero no se entiende por qué la herramienta para obtenerlo, tan contingente como aquél, adquiere tal categoría de valor, sabiendo que él mismo también se impregna de ideología y eventualidad histórica.
Podemos, por eso, observar con R. Carballo, a lo largo de la historia, diferentes corrientes metodológicas según dónde sitúen el énfasis de las etapas del método científico, si en la descripción, la clasificación, la explicación o la verificación.

Concretando un poco, podemos encontrar en, por ejemplo, los textos de Sweezy, como se matizan estas preocupaciones: Nos expone como, si las ciencias sociales estudian las relaciones entre individuos en sociedad, la ciencia económica estudiará las relaciones sociales de la producción y distribución. Pese a que la economía ha eludido la investigación de las relaciones sociales que conciernen a los problemas económicos en no pocas ocasiones, ello le ha abocado a no poder aclarar el papel de lo económico, tampoco, en las relaciones sociales.
Podemos tomar así, con Sweezy, el método marxista como ejemplo de estudio científico: Es el método abstracto deductivo de las aproximaciones sucesivas. No obstante, el problema a examinar, también aquí, depende del investigador (el objeto depende del sujeto) aunque la metodología terminará por concretar lo que es esencial, los elementos fundamentales. Aun así, se evidencia una actitud ante la ciencia que se forma antes del inicio de la investigación concreta: La abstracción es poner de relieve lo esencial para hacer posible su análisis.
En Marx, entonces, podemos ver que el propósito de la abstracción es aislar ciertos aspectos del mundo real para fines de investigación intensiva: Los resultados que se obtengan con alto grado de abstracción serán muy provisionales, susceptibles de ser modificados en siguientes pasos. Porque con menor grado de abstracción se tomarán en cuenta nuevos aspectos de la realidad.
Es decir, las suposiciones simplificadoras son abstracciones que tienen que tomar en su debida consideración el problema, eliminar las relaciones no esenciales y mantener aquellas que sí lo son.

Y es que el método científico supone que hay que partir de un acto cognoscitivo pre-analítico para posteriormente observar la realidad, luego habrá que hacer un ejercicio de inferencia inductiva que admita una abstracción, descripción y clasificación de elementos y realidades, para poder construir una hipótesis inicial. En este momento es cuando se puede dar paso al desarrollo deductivo, la purificación y elaboración de teorías (siempre provisionales) para, en un último (pero también provisional) momento, pasar a la contrastación intersubjetiva al comunicar (exponer) nuestras teorías a la comunidad en lenguaje formalizado, científico y con coherencia interna.
Un lenguaje éste que, necesariamente, ha de encontrarse en acuerdo con los científicos de la academia (lo que, de alguna manera, supone la aceptación de la definición desde estructuras de poder más o menos elitistas y asentadas), para intentar explicar lo mismo que ya se explicó mediante otros saberes mitológicos -intentar explicar la Verdad- partiendo ésta vez de la razón, y solo de ella (John Bernal), aunque se lleguen a admitir intuiciones (que no se sabe muy bien dónde colocar), y aunque se intente buscar el por qué de las cosas (Muguerza) que no es más que buscar sus fundamentos (y que, quizás, encuentren sus raíces en horizontes existenciales en parte metafísicos.)
Se termina, de esta manera, por generar una sistematización de convicciones (Bertrand Rusell) y por buscar una verdad que nunca se pretende alcanzar (Karl Popper) con lo que se escudriña, no sabemos muy bien con qué grado de importancia, hasta generar una suerte de supuesta “ideología objetivizada”, cuya concepción no deja de reproducir el peligro de creer objetivo lo que no lo es y terminar por uniformizar y totalizar, bajo estos parámetros, el mundo.

jueves, 16 de diciembre de 2010

1984

Es casi miedo la emoción que embarga a aquél que se da cuenta de lo peligrosamente cerca que estamos de hablar Neolengua. Orwell desarrolla en “1984” esta no tan peculiar forma de comunicación cuya razón de ser es sustituir a la vieja lengua de forma total. Los objetivos de la Neolengua están claros en Oceanía: No solo proporciona un medio de expresión sino que también imposibilita otros, tratando de hacer impensable aquello que, no estando en consonancia con las consignas del Insoc, se vuelva impronunciable. En la novela, pues, aparece la intencionalidad del lenguaje de forma clara y explícita, manejada y manejable. En nuestra sociedad occidental que tan brillante nos hemos encargado de presentar en todas las televisiones del mundo, dirección y objetivos quedan cumplidos precisamente por lo que de difuso y oculto logran mantener.

El atonismo social que la Neolengua colabora en desarrollar es consecuencia también de la mengua del propio lenguaje: disminuir al máximo el pensamiento objetivo es reducir todo lo posible el número de palabras. Así, se suprimen palabras por innecesarias, como “quien”, por ejemplo, por tener significados difusos o por ser difíciles de pronunciar. Cuanto menor es el abanico posible de elecciones de palabras o sintagmas posibles, menor es la tentación de cavilar.
Además la Neolengua es muy regular, sin a penas excepciones. Añadiéndole sí cabe más homogeneidad a la palabra y, de forma correlativa, al pensamiento. Aunque lo cierto es que, en ocasiones, se puede sacrificar esa regularidad en pro de la eufonía, ya que se buscan palabras “cortas y de significado inequívoco que pudieran pronunciarse rápidamente y despertaran el mínimo de sugerencias en la mente del parlante”. De manera que, además, su pronunciación termina siendo muy parecida, con los acentos igualmente situados, dando al lenguaje un aspecto “similar a un cotorreo, a la vez roto y monótono”, haciéndolo “tan independiente como fuera posible de la conciencia”, casi automático, instintivo, rápido…
Casi como el inglés, que se convierte hoy en esa lengua homogénea que universaliza culturas, confundiéndolas con actitudes propias de la estructura del mundo del consumo, la globalización y los paraísos fiscales. Aunque, claro, no podemos olvidar que se imbuye en su propia contradicción, configurándose también en parte como la lengua del pensamiento crítico, la emancipación y la experimentación.
Aunque lo cierto es que, en el idioma que sea, solo necesitamos encender la televisión, o la radio, y recapacitar con tristeza sobre el “cotorreo, a la vez roto y monótono” de cualquier canal, en cualquier lugar, adormeciendo cada mente y cada conciencia, desvinculándonos de la Verdad a cada instante con un poco más de efectividad.
Solo que, y pese a que las analogías también son muy posibles, nosotros no tenemos un MiniVer o Ministerio de la Verdad encargado día y noche de hacer desaparecer el pasado en los “agujeros de la memoria” o, al menos, esa intención y esa práctica no son tan absolutas y opresivas como en “1984”. Tenemos oportunidades, podemos trabajar con conceptos contaminados, sin duda, pero tenemos que tratar de hacerlo entendiéndolos en su contextos histórico. Desentrañando hacia el pasado los conceptos para poder comprenderlos en su lenguaje. Desenvolviendo la Verdad y poniendo de manifiesto el papel de regalo y sus posibles trampas.
Quizá se pueda ayudar a fundar un futuro vinculando el análisis del presente con la comprensión de las desdichas del pasado.

domingo, 21 de noviembre de 2010

GUERRAS CAMBIARIAS Y ACUERDOS POLÍTICOS.



Todo parece iniciarse en el mantenimiento, por parte de países potentemente exportadores -en especial de China- de sus monedas artificialmente devaluadas. Es decir: sus gobiernos mantienen el tipo de cambio por debajo de lo que, se supondría, debería ser en función del mercado internacional.
Por otro lado, no podemos olvidar que, pese a que Estados Unidos se abandere como uno de los países más perjudicados por la política cambiaria del yuan, está, por su parte, creando burbujas inflacionistas en Latinoamérica, al inundar el mercado de dinero que se escapa a otros países, en especial Brasil, para buscar más rentabilidad gracias a los altos tipos de interés, calentando, así, estas economías.

De manera que la política monetaria de Estados Unidos lleva ya algún tiempo pudiendo tildarse de “agresiva” pero, como vemos, no son los únicos: China mantiene al yuan en un régimen de flotación muy limitado. Además, los bancos centrales de otros países de la OCDE intervienen los mercados de divisas para neutralizar la apreciación de sus monedas. Todo ello supone que la “guerra de divisas” esté claramente en marcha y que algunos países no cesen de usar los tipos de cambio como “armas políticas”.


Para entender todo esto hay que comenzar por tener claro que infravalorar artificialmente las divisas de un país supone el automático abaratamiento de sus exportaciones. Pero ello sucede a costa del resto de países, cuyas importaciones se encarecen. Así, es fácil llegar a esta conclusión, la salida de la crisis a nivel mundial sea aún más difícil.

Estas prácticas son las llamadas políticas de “empobrecimiento del vecino”, que fueron ya las responsables de la oleada de proteccionismo que sucedió a las crisis de los 30’s y precedió a la Segunda Guerra Mundial.

Recordemos que todo esto fue lo que llevó a los ministros de Finanzas de los países del G-20 a comprometerse en octubre para dejar que sus políticas cambiarias se determinasen por el mercado, reflejando de este modo los fundamentos de sus economías. Al mismo tiempo, los líderes políticos cedieron, por fin, parte del pastel a los países emergentes. Así, China se convertía en el tercer país más poderoso del FMI, pero también obtenía más "corresponsabilidad" en la supuesta gobernanza económica global. La cumbre de octubre bien pudiera haber parecido, pues, un primer paso en la búsqueda de soluciones.





Pese a ello, de la última reunión del G-20 en este mes de noviembre se obtienen, y ello no nos sorprende, resultados insatisfactorios y, desde determinado punto de vista, decepcionantes: Ni se definen regulaciones que neutralicen posibles futuras peores consecuencias, ni se llega a compromisos de no proteccionismo por parte de ninguna potencia mundial, ni se avanza en el frente bancario.

Y es que parece casi como si, por fin, el propio sistema no fuera capaz de salvarse a sí mismo, o al menos así podrían ser leídas sus voces:
“Los riesgos permanecen. Algunos de nosotros experimentamos fuertes crecimientos, mientras otros afrontan niveles de desempleo y lenta recuperación. El crecimiento desigual y la brecha en aumento de los desequilibrios alimentan la tentación a divergir de las soluciones globales con acciones descoordinadas. Sin embargo, las acciones políticas descoordinadas solamente conducirán a las peores soluciones para todos.”[i]
De manera que, el propio párrafo 7 de la declaración de los líderes en Seúl reconoce las amenazas de la descoordinación política y de los desequilibrios comerciales internacionales, sin llegar a abordar remedios para una crisis extendida por una globalización financiera descontrolada ante la que los gobiernos del G-20 son incapaces de combatir: Ni en su opacidad ni en el descontrol de las finanzas internacionales, ambos males, entre otros, que terminan siendo fuente de dramáticos delitos, también globales.

Las críticas a las políticas monetarias estadounidenses se hacen notar por parte, sobre todo, de China, y en contra, mayormente, de la segunda inyección de dólares al mercado, que supone su abaratamiento y, por tanto, su depreciación de forma, por cierto, tan artificial como ellos mismos critican en sus competidores económicos asiáticos.

Más allá de estos vaivenes políticos, no parece apreciarse en los debates de los días 11 y 12 de noviembre ningún compromiso esclarecedor, ni vislumbrarse el final de estas peligrosas guerras económicas sino que, más bien, se aplaza la toma de decisiones importantes ad infinitum, como si se pretendiera una fe ciega en la solución espontánea de todos los desajustes comprobados.




Lo indudable de los problemas expuestos evidencia la necesidad de búsqueda de soluciones. Su no consecución y el claro desapego que se acaba por adoptar manifiestan los clarísimos problemas de gobernanza que el mundo económico mundial sufre:
“La democracia pierde su sentido cuando la vida de un país se ve gobernada por genuinos tiranos privados, de tal suerte que los trabajadores se hallan subordinados al control empresarial y la política se convierte en la sombra que los grandes negocios arrojan sobre la sociedad”[ii].




[i] Cit. en J. H. Vigueras. La burbuja mediática del G-20 desinflada, www.attac.es, Madrid, 2010
[ii] Cit en C. Taibo. Movimientos antiglobalización, Ed. Catarata, Madrid, 2007