TAUTOLOGÍA O GRITO

Aprender mediante la palabra y el discurso, mediante la dialéctica y la retórica, es algo tan básico y elemental como complicado, hay que andarse con cuidado. Si bien es cierto que mediante la verbalización los pensamientos se vertebran y adquieren coherencia, y que es en interacción con otros discursos que el nuestro se vuelve más fuerte, con más sentido; no es menos cierto que las palabras son, en muchas ocasiones, amigas de las que no hay que fiarse mucho. Y es que ellas -sobre todo algunas de ellas, las que nos preocupan- no son más que símbolos que han perdido gran parte de su significado, ampliando tanto su contenido que ya casi han perdido todos los matices que un día tuvieron-o pretendieron tener-. De manera que el repetido uso de significantes tan poderosos como “democracia”, “libertad”, “igualdad” o la misma “política” se han quedado casi sin significados o, al menos, los han diluido tanto que es difícil vislumbrarlos. Es por ello que, a veces, pareciera que la Verdad tan solo puede expresarse mediante la TAUTOLOGÍA o el GRITO.



Pero no nos damos por vencidos y pretendemos, con cada paso que damos, desentrañar un pedazo más de esos conceptos que tanto interés nos merecen. Así que mantenemos nuestra mente despejada y, sin más, GRITAMOS. Y desgarraremos nuestras gargantas y vuestros ojos hasta lograr algo de coherencia, hasta conseguir aportarnos -y aportaros- algo más de ese conocimiento del que nuestras mentes siguen ávidas.

domingo, 21 de noviembre de 2010

GUERRAS CAMBIARIAS Y ACUERDOS POLÍTICOS.



Todo parece iniciarse en el mantenimiento, por parte de países potentemente exportadores -en especial de China- de sus monedas artificialmente devaluadas. Es decir: sus gobiernos mantienen el tipo de cambio por debajo de lo que, se supondría, debería ser en función del mercado internacional.
Por otro lado, no podemos olvidar que, pese a que Estados Unidos se abandere como uno de los países más perjudicados por la política cambiaria del yuan, está, por su parte, creando burbujas inflacionistas en Latinoamérica, al inundar el mercado de dinero que se escapa a otros países, en especial Brasil, para buscar más rentabilidad gracias a los altos tipos de interés, calentando, así, estas economías.

De manera que la política monetaria de Estados Unidos lleva ya algún tiempo pudiendo tildarse de “agresiva” pero, como vemos, no son los únicos: China mantiene al yuan en un régimen de flotación muy limitado. Además, los bancos centrales de otros países de la OCDE intervienen los mercados de divisas para neutralizar la apreciación de sus monedas. Todo ello supone que la “guerra de divisas” esté claramente en marcha y que algunos países no cesen de usar los tipos de cambio como “armas políticas”.


Para entender todo esto hay que comenzar por tener claro que infravalorar artificialmente las divisas de un país supone el automático abaratamiento de sus exportaciones. Pero ello sucede a costa del resto de países, cuyas importaciones se encarecen. Así, es fácil llegar a esta conclusión, la salida de la crisis a nivel mundial sea aún más difícil.

Estas prácticas son las llamadas políticas de “empobrecimiento del vecino”, que fueron ya las responsables de la oleada de proteccionismo que sucedió a las crisis de los 30’s y precedió a la Segunda Guerra Mundial.

Recordemos que todo esto fue lo que llevó a los ministros de Finanzas de los países del G-20 a comprometerse en octubre para dejar que sus políticas cambiarias se determinasen por el mercado, reflejando de este modo los fundamentos de sus economías. Al mismo tiempo, los líderes políticos cedieron, por fin, parte del pastel a los países emergentes. Así, China se convertía en el tercer país más poderoso del FMI, pero también obtenía más "corresponsabilidad" en la supuesta gobernanza económica global. La cumbre de octubre bien pudiera haber parecido, pues, un primer paso en la búsqueda de soluciones.





Pese a ello, de la última reunión del G-20 en este mes de noviembre se obtienen, y ello no nos sorprende, resultados insatisfactorios y, desde determinado punto de vista, decepcionantes: Ni se definen regulaciones que neutralicen posibles futuras peores consecuencias, ni se llega a compromisos de no proteccionismo por parte de ninguna potencia mundial, ni se avanza en el frente bancario.

Y es que parece casi como si, por fin, el propio sistema no fuera capaz de salvarse a sí mismo, o al menos así podrían ser leídas sus voces:
“Los riesgos permanecen. Algunos de nosotros experimentamos fuertes crecimientos, mientras otros afrontan niveles de desempleo y lenta recuperación. El crecimiento desigual y la brecha en aumento de los desequilibrios alimentan la tentación a divergir de las soluciones globales con acciones descoordinadas. Sin embargo, las acciones políticas descoordinadas solamente conducirán a las peores soluciones para todos.”[i]
De manera que, el propio párrafo 7 de la declaración de los líderes en Seúl reconoce las amenazas de la descoordinación política y de los desequilibrios comerciales internacionales, sin llegar a abordar remedios para una crisis extendida por una globalización financiera descontrolada ante la que los gobiernos del G-20 son incapaces de combatir: Ni en su opacidad ni en el descontrol de las finanzas internacionales, ambos males, entre otros, que terminan siendo fuente de dramáticos delitos, también globales.

Las críticas a las políticas monetarias estadounidenses se hacen notar por parte, sobre todo, de China, y en contra, mayormente, de la segunda inyección de dólares al mercado, que supone su abaratamiento y, por tanto, su depreciación de forma, por cierto, tan artificial como ellos mismos critican en sus competidores económicos asiáticos.

Más allá de estos vaivenes políticos, no parece apreciarse en los debates de los días 11 y 12 de noviembre ningún compromiso esclarecedor, ni vislumbrarse el final de estas peligrosas guerras económicas sino que, más bien, se aplaza la toma de decisiones importantes ad infinitum, como si se pretendiera una fe ciega en la solución espontánea de todos los desajustes comprobados.




Lo indudable de los problemas expuestos evidencia la necesidad de búsqueda de soluciones. Su no consecución y el claro desapego que se acaba por adoptar manifiestan los clarísimos problemas de gobernanza que el mundo económico mundial sufre:
“La democracia pierde su sentido cuando la vida de un país se ve gobernada por genuinos tiranos privados, de tal suerte que los trabajadores se hallan subordinados al control empresarial y la política se convierte en la sombra que los grandes negocios arrojan sobre la sociedad”[ii].




[i] Cit. en J. H. Vigueras. La burbuja mediática del G-20 desinflada, www.attac.es, Madrid, 2010
[ii] Cit en C. Taibo. Movimientos antiglobalización, Ed. Catarata, Madrid, 2007

miércoles, 17 de noviembre de 2010

FIGURAS EN LAS NUBES

Hoy…
No nos queda ilusión
y los sueños se pudren.
Hoy…
Ya no veo figuras
si miro a las nubes.

Escuchar canciones que hablan de viejos bares con olor a serrín puede hacernos recordar aquellos tiempos en que pensar soluciones no era cosa de locos. Y puede hacernos, quizás, sentirnos un poco fuera de este mundo.


Con frecuencia, últimamente, aquella canción me penetra en las entrañas. Y yo la dejo, cierro los ojos, y me mareo. Es un acto conscientemente pasivo de naufragio. Luego vuelve la lucidez y la memoria, y miro el mundo de los vivos: Seres grises, incluida mi propia alma, que no sabemos qué pensar, ni de qué discurso apropiarnos, y que ni siquiera nos importa. Somos muchedumbres enteras las que nos adentramos en la oscuridad luminosa de los neones incandescentes y nos dejamos amasar por los monstruos del mercado que, como gigantescos buitres, acechan las cunas indefensas de los pequeños ciudadanos que aun no han crecido.
Parece insensata la certidumbre con que el consumidor masivo penetra en la pasividad más sórdida mientras se deja convencer por el marketing y el hormigón de que la única vida posible es la que se vende al por mayor. Resulta imposible elaborar un discurso que no venga en tetrabrik y, mientras el Universo entero siga creyendo que nada es gratuito, seguirá siendo imposible hasta ver las Verdades de las Tautologías, que de puro evidentes casi son impronunciables: Salir del “no hago nada porque nada vale de nada” con el “nunca pasa nada si no haces nada nunca” no resulta posible y nos hace tartamudear, sordos y ciegos, tambaleantes. Como si la locura fuera realidad y la vida entera no fuera más que un burbujeante anuncio antes de las campanadas.
Parecen sueños las nubes, lo solido se vaporiza y el humo lo cubre todo. No sabemos la diferencia entre las verdades, las mentiras, los engaños y las ventas a gran escala. Pero es que todo da absolutamente igual, el rencor, el dolor, la mentira y el odio forman parte de nuestra existencia en dieciséis novenos y, mientras haya treintaidós pulgadas en las que reflejarnos, no necesitaremos preocuparnos por el ser humano que, total, se ha vuelto mucho más etéreo que la bolsa de Tokio.
Apáticos, desanimados, deprimidos, desolados, abatidos, desalentados, hundidos, grises, monótonos: Despolitizados. Sin pensar lo común ni buscar soluciones, sin construir futuro, sin recordar el pasado ni cuestionarnos el presente. En perpetua competencia por el rojo más brillante con la vida que no puede por más que ser una lucha incesante, que nos agota y nos vence, que nos machaca.
La pérdida de ilusiones, la pérdida de ideas. Ilusionados idealistas aquellos que osamos pensar que otro mundo es posible. Ilusas las ideas de los que nos negamos a seguir viendo figuras al mirar a las nubes.
(Gracias a los Platero y al rock&roll por seguir haciendo que la sangre hierva.
http://www.goear.com/listen/9f05732/si-miro-a-las-nubes-platero-y-tu)

domingo, 14 de noviembre de 2010

COMO GUSTE, SEÑOR MARQUÉS

Las marcas delimitaban las fronteras del territorio guardado por el marqués. En su interior podíamos obtener identificación con el grupo y cálida seguridad compartida. Claro que también eran las marcas los límites impuestos, de los que no se debía salir, no fuera a ser que lo desconocido supusiera graves peligros.


Hoy lo que se segmenta no son ya los distintos reinos, sino el propio mercado: Se lucha por la diferenciación del producto. Se obtendrá el éxito ya no en función de los costes o de la calidad material del bien que comercializamos, sino de su posicionamiento en este mundo global así fragmentado y, por supuesto, en función también del marketing para ello realizado.
De hecho, las marcas son activos que se incluyen en los estados financieros. Y es que son potencial de mercado, derivado de lo que se ha venido a llamar la relación entre la empresa y sus clientes, casi como si del marqués y sus vasallos se tratara. Una marca comercial, así dispuesta, tiene más valor que el propio producto y, bien publicitada, es una poderosa herramienta que revitaliza el mercado. Es una imagen, un símbolo. Blasón no ya de un producto, sino de unos valores, conceptos que, de tan amortiguados como se nos presentan, se nos aparecen en toda su abstracción sin aportar nada concreto. Pero muy bien pagados, eso si.
Son, quizás, falsos iconos, nuevos dioses de este mundo globalizado en que el capitalismo de nueva generación impone sus normas como si hablara directamente por boca del Todo Poderoso, por encima de los Estados, la Política y la Ley. Son brillantes ideas que se salen de ellas mismas y nos conquistan, nos ciegan, nos hipnotizan, nos abruman.
Así que nosotros, seres humanos que ya más que personas o ciudadanos hemos adquirido categoría de clientes o consumidores, nos iluminamos con anuncios publicitarios monocordes que van imponiendo modas, canciones, películas e informaciones muy similares unas a otras, generadas en función de las posibilidades de venta y los márgenes de beneficios. De manera que se ha llegado a hablar, no sin razón, de la dictadura de la publicidad y de las marcas en la que la manipulación del dulce y rosa lenguaje visual desempeña un papel decisivo. Así se ha ido mostrando, cada vez con más claridad, como estas modas de marca homogeneízan a la población en función de los pocos segmentos que el marketing soporta.
Así las cosas, es comprensible que desmarcarse de miedo: Significa caer a un oscuro vacío, no tener una identidad colectiva a la que asirse. Y, si, puede que esa identidad de fresas con nata haya sido artificialmente concebida por la publicidad y el marketing para lograr las mejores posiciones en los ranking de ventas, pero es identidad al fin y al cabo, y delimita lo que está dentro de las fronteras de lo conocido y aparentemente seguro. Nos dice quiénes somos y dónde estamos, nos conforta.

De manera que así seguiremos, amortiguados también nosotros bajo las marcas de nuestros sombreros, sin ser capaces de mover un dedo más que el que alzamos para pedir nuestra marca favorita de cerveza, no vaya a ser que, al salir del abrigo de esa bonita cazadora que anunciaban hace unos años, nos vayamos a encontrar con un frío desconocido y cortante que nos obligue, helador en las sienes, a cuestionarnos el por qué de un mundo marcado por empresas y artificios. No vaya a ser que nos dé por preguntarnos quién es el Señor Marqués que gusta de disfrutar de los tiempos del ahora sin reinos.