TAUTOLOGÍA O GRITO

Aprender mediante la palabra y el discurso, mediante la dialéctica y la retórica, es algo tan básico y elemental como complicado, hay que andarse con cuidado. Si bien es cierto que mediante la verbalización los pensamientos se vertebran y adquieren coherencia, y que es en interacción con otros discursos que el nuestro se vuelve más fuerte, con más sentido; no es menos cierto que las palabras son, en muchas ocasiones, amigas de las que no hay que fiarse mucho. Y es que ellas -sobre todo algunas de ellas, las que nos preocupan- no son más que símbolos que han perdido gran parte de su significado, ampliando tanto su contenido que ya casi han perdido todos los matices que un día tuvieron-o pretendieron tener-. De manera que el repetido uso de significantes tan poderosos como “democracia”, “libertad”, “igualdad” o la misma “política” se han quedado casi sin significados o, al menos, los han diluido tanto que es difícil vislumbrarlos. Es por ello que, a veces, pareciera que la Verdad tan solo puede expresarse mediante la TAUTOLOGÍA o el GRITO.



Pero no nos damos por vencidos y pretendemos, con cada paso que damos, desentrañar un pedazo más de esos conceptos que tanto interés nos merecen. Así que mantenemos nuestra mente despejada y, sin más, GRITAMOS. Y desgarraremos nuestras gargantas y vuestros ojos hasta lograr algo de coherencia, hasta conseguir aportarnos -y aportaros- algo más de ese conocimiento del que nuestras mentes siguen ávidas.

sábado, 23 de octubre de 2010

LOS MUERTOS SON AQUELLOS QUE HAN PERDIDO LA MEMORIA


Alguien me contó una vez que en la antigua mitología griega se hablaba de dos ríos: Del río Leteo se bebía para olvidar todo lo pasado. Del río Mnemósine se obtenían los recuerdos perdidos en la memoria. Eran del río Leteo aguas que se tomaban justo antes de la reencarnación, cayendo así en un profundo letargo. Y es que, para ellos, los muertos son aquellos que han perdido la memoria

Las malas condiciones laborales, fruto de una situación de crisis a nivel global, lejos de paliarse desde los gobiernos mediante medidas reguladoras de los poderes financieros que fueron su causa, son empeoradas por éstos, a golpe de reformas que endurecen las condiciones del asalariado, facilitan el despido y recortan sus beneficios sociales. Si, como veíamos, el recorte social es también una bajada salarial encubierta, entonces los métodos de lucha más propicios a todos los niveles parecerían los tradicionales sindicatos, las medidas de conflicto colectivo más apropiadas parecerían las huelgas. Pero sucede que no funcionan, y que se nos presentan como fracasos huelgas generales que en otros tiempos lograron cambios. ¿Es que, acaso, estamos empleando instrumentos antiguos -sindicatos- para luchar contra problemas nuevos -crisis financiera global-? En parte sí, aunque no es tan fácil, y el sindicato como herramienta no es descartable sin más. Tan solo hay que mirar a la vecina Francia para darse cuenta de que aún pueden cumplir un papel. Allí sí funcionan. No vamos tan desencaminados. Lo que pasa es que se habla de dos países distintos que configuran dos realidades muy diferentes. Sus procesos históricos de formación de voluntades colectivas han generado instituciones organizativas de muy dispar naturaleza. Pero también han ido configurando sociedades que reaccionan y respiran a ritmos del todo descompensados. Es decir, los problemas de inoperatividad sindical españoles tienen que ver con, al menos, tres factores: Por un lado con el entorno distinto en que se mueven a nivel global, la crisis financiera mundial que les es, en parte, ajena. Por otro lado también influye la morfología interna de los propios sindicatos. Y, desde luego, también son factores a tener en cuenta todos y cada uno de los españoles y su enfermedad congénita tradicional: su atonía político-social.
Mientras tanto, otras organizaciones que podrían tener iguales problemas de adaptación a este mundo financiero ficticio en que nos movemos, saben adecuarse a los tiempos de crisis. Así, por ejemplo, Montsanto, como empresa multinacional conocida por su gestión de transgénicos que obtuvo reducciones en el valor de sus acciones el año pasado, hoy vuelve a conseguir ganancias. Ejemplo de cómo, una vez más, en este gigantesco casino en que nuestro mundo se ha convertido, la banca siempre gana, aunque ello suponga la reducción de fondos en hasta un 80% en las Universidades inglesas o el despido de empleados públicos en el mismo país. Modelo anglosajón, por cierto, al que tendemos. Tampoco importa, siempre podremos hacer carrera en cualquiera de los mercados negros -trata de blancas, tráfico de drogas o de armas…- monumentales que, con este sistema que tenemos, parecen afianzarse cada vez más, como partes inherentes a él.

Pena, miedo, lástima, impotencia, desolación y ganas de GRITAR una y otra vez y sin parar: Ellos lo hacen, ellos se adaptan, ellos vencen. Lo hizo Moody’s, lo hizo Montsanto, lo hacen los grandes fondos de pensiones, de seguros, las redes bancarias, cada una de las grandes empresas existentes -financieras o no- han salvado sus obstáculos. Debemos despertar y esnifar vida e ideas nuevas, adquirir fuerza y rabia. Importamos las personas. Descartemos las ficciones que se replican a sí mismas ad infinitum en forma de tipos de cambio y carteras de valores, VALOREMOS en su lugar nuestra propia sangre. Tenemos que sumar a nuestras meditaciones las pasiones necesarias para levantarnos de nuestro letargo… Tenemos que dejar de estar muertos y beber hasta la ebriedad de Mnemósine, que se nos ofrece cada día en cada rayo de sol.

martes, 12 de octubre de 2010

GRITO

Las Palabras están siempre cargadas, nunca son neutras. Son herramientas y son arte, poesía a veces. Las Palabras transfieren conocimiento y, mediante la dialéctica y la mayéutica, nos ayudan a parir pensamientos. Nos estructuran la cabeza y nos ayudan a ser un poco más humanos. Y, sin embargo:
“No debe hacerse nada por el solo amor a las palabras, puesto que las palabras en sí mismas se inventaron por amor a los pensamientos”. (LEO STRAUSS)
En la búsqueda del acercamiento a cualquiera de los matices de la Verdad -ni siquiera a la Verdad misma-, se nos antoja evidente para todos el porqué de que las Tautologías sean siempre Verdades. Pero, ¿Cuál es la razón de que hable de Gritos? El caso es que hablo de gritos de placer o de dolor, gemidos que expresan emociones sin más, sin filtros, sin que las palabras medien entre ellas -las emociones, auténticas sin duda- y nosotros -seres de supuesta Verdad-.
Sigo queriendo Gritar, quizás porque sigo viendo figuras en las nubes. Pero ahora Gritaré con palabras de por medio. Quiero hacer de la Palabra el vehículo de mis pensamientos, y del Grito la emoción de autenticidad de lo que digo. Y es que no hay forma de usar la dialéctica y la razón, la lógica y el método científico (sobre todo si lo que nos interesa es la sociedad, el ser humano), que seguir teniendo muy presente la retórica y la espiritualidad, lo emocional y lo visceral. Años de positivismo y cientificismo no han valido para generar una auténtica Ciencia Política infalible… ni de lejos. Puede que vaya siendo hora de volver a pensar en lo uno con lo otro -y lo otro con lo uno-.
“En el cielo, por ese agujero de aguas oscuras, brotan animales monstruosos a los que no podríamos ni siquiera identificar con nombres. Seres muy activos e inextinguibles -han resistido la depuración y se meten en donde lo tienen prohibido- que, como los pájaros que remontan vuelos masivos y espirales, se presentan en ese escenario tan higienizado sin que nadie pueda impedirlo
Así expresaba el Profesor Roiz algo que se me aparece ante los ojos con claridad desde hace tiempo: No podemos separar la espiritualidad del estudio de las sociedades porque está ahí, existe y seguirá existiendo. Hemos de tenerla en cuenta. Por mucho que tratemos de higienizar el pensamiento mediante el método y la razón (tan imprescindibles, por otro lado), nunca lograremos que en él deje de penetrar todo aquello que somos, incluidas nuestras pasiones.



Tan solo puedo sugerir gritando: En lugar de negar sin más parte de lo que nos conforma, quizás fuera interesante traer aquellos matices al presente y a la consciencia para poder trabajar también con ellos.

jueves, 7 de octubre de 2010

INTERACCIÓN DE ACTUALIDADES QUE SON NOTICIA

La reducción del gasto social para reducir déficit es una simplificación. Así se nos presenta: Se asimila la economía mundial a la doméstica más elemental. De esta sencilla manera podemos ver como, si gastamos mucho, no podemos pagar nuestros préstamos, así que tenemos que ahorrar, dejar de gastar. Es tan lógico, coherente y comprensible, que es difícil no creerlo. No obstante, ahí fuera, tras los sólidos muros de nuestro hogar, hay todo un mundo financiero que no es, ni de lejos, tan sólido.
Así, bien lejos de nuestra casa -¿o no tanto?- nos encontramos con Moody’s. Conocemos que se trata de uno de esos ojos que, parece ser, todo lo ven y lo saben. Oráculo de este sistema frágil, recientemente, Moody’s ha vuelto a “saber” que la Deuda Pública española se ha depreciado. Es, pues, menos fiable y, por tanto, más cara. Y no nos sorprende. Constantemente, en este mundo nuestro, se pone precio al dinero, se crean ficciones de ficciones.
Quizás sería bueno hacer un pequeño ejercicio de lo que un antropólogo llamaría “extrañamiento”. Miremos las cosas como si nos fueran ajenas, extrañémonos ante ellas. Puede que, así, aprendamos algo sobre su esencia: ¿Qué es el dinero? Es, en su mayoría, un montón de papeles y anotaciones que deciden el “valor” de las cosas. ¿Y qué es el tipo de un préstamo? Pues es, en definitiva, un conjunto infinito compuesto de más papeles y más anotaciones que, una vez más, vuelven a decidir el “valor” de otra cosa, esta vez del propio dinero. ¿Así que ese tal “Moody’s” ha decidido lo que “vale” aquello que decidió lo que “valían” las cosas? ¡Fantástico! … Casi no tengo VALOR para asumir todo esto.
Pero ahí no acaba todo, aún hay más. Resulta más importante pagar esa ficción al cuadrado que procurar el bienestar social de una población. Así que reducimos gasto social, que ahora es más caro pagar nuestra Deuda. Extrañémonos un poco de nuevo: ¿Qué pasa si las prestaciones sociales se reducen? Que los ciudadanos tienen que costearse, de un modo directo, servicios que necesitan. Ahora esos servicios adquieren un “precio” (término, por cierto, preferible a “valor”, menos VALORATIVO, si se me permite). Pero es que estamos hablando de servicios necesarios, de los que no podemos prescindir. ¿De dónde sacaremos dinero para pagarlos? De nuestro trabajo, claro. Ahora necesito más el dinero, de forma más dramática, ahora estoy dispuesta a aceptar emplearme a menor precio. Ahora, la que se ha depreciado soy yo. Puesto que los salarios -como coste variable que son- están en condiciones de reducirse con mucha más facilidad, pues voy a aceptarlos de igual modo ya que dependo de ellos de una manera más esencial, es inevitable que bajen. Supongo que, a estas alturas, está claro que VALGO menos.
Pero nada de esto parece importar o, al menos, no parece que se vea mucho dinamismo para poner soluciones. En parte, supongo, porque VALEMOS menos. En otra parte, estoy segura de ello, porque hemos perdido la noción de lo que Lo Político es. Ni siquiera nos molestamos en buscar herramientas de lucha política, social, económica. Total, ¿para qué? Es cierto, el panorama ante nuestros ojos es desalentador, empezando por los propios partidos políticos, que podrían haber sido esa herramienta necesaria. Hoy se han convertido en estructuras monstruosas infectadas hasta casi sus cimientos por sus luchas internas de poder, controlados de manera jerárquica y casi castrense por sus élites y facciones, DESVALORIZADOS.
Aunque no es algo esto que debiera sorprendernos. Al fin y al cabo, solo hay que echar una mirada a nuestra historia para darnos cuenta de que esa jerarquía, plasmada en autoritarismo, se ha venido dando durante siglos a escala nacional. Contamos con poco más de 30 años de “democracia”. Pero esa es solo una de las facetas que explican nuestra desafección política. Y la burocratización y caciquismo de los partidos otra más. No son suficientes, no lo explican todo.
Y es que, bien mirado, los grupos sociales que, tradicionalmente, han contado con poder de lucha, como los mineros, siguen en boca de todos. La tradición, el pasado de nuevo. ¿No es posible que volver tanto la vista atrás termine provocándonos un esguince cervical? ¿No será, a lo mejor, preferible reciclar a esos trabajadores y dejar pasar, de una vez y para siempre, la era del carbón de mala calidad y la contaminación ambiental? ¿Qué fue de las energías renovables no contaminantes que tanto prometían allá por los años 90 cuando todos hablábamos de ellas? ¿Por qué hemos de seguir confiando en estructuras del pasado para solucionar los problemas del presente? ¿Qué nos impide construir herramientas nuevas?
¿Qué es la Realidad? ¿Qué es Verdad? Deberíamos plantearnos si el mundo está compuesto de valores que valoran los valores del valor, o de las personas y sus entornos. Puede que así empecemos a darle la vuelta a las explicaciones simplificadas que tratan de asimilar nuestras familias al mundo financiero globalizado. Quizás, entonces, encontremos, solo en parte, la manera de darle también la vuelta a ese mundo financiero globalizado desde nuestras volteadas familias, volteando nuestras herramientas.