TAUTOLOGÍA O GRITO

Aprender mediante la palabra y el discurso, mediante la dialéctica y la retórica, es algo tan básico y elemental como complicado, hay que andarse con cuidado. Si bien es cierto que mediante la verbalización los pensamientos se vertebran y adquieren coherencia, y que es en interacción con otros discursos que el nuestro se vuelve más fuerte, con más sentido; no es menos cierto que las palabras son, en muchas ocasiones, amigas de las que no hay que fiarse mucho. Y es que ellas -sobre todo algunas de ellas, las que nos preocupan- no son más que símbolos que han perdido gran parte de su significado, ampliando tanto su contenido que ya casi han perdido todos los matices que un día tuvieron-o pretendieron tener-. De manera que el repetido uso de significantes tan poderosos como “democracia”, “libertad”, “igualdad” o la misma “política” se han quedado casi sin significados o, al menos, los han diluido tanto que es difícil vislumbrarlos. Es por ello que, a veces, pareciera que la Verdad tan solo puede expresarse mediante la TAUTOLOGÍA o el GRITO.



Pero no nos damos por vencidos y pretendemos, con cada paso que damos, desentrañar un pedazo más de esos conceptos que tanto interés nos merecen. Así que mantenemos nuestra mente despejada y, sin más, GRITAMOS. Y desgarraremos nuestras gargantas y vuestros ojos hasta lograr algo de coherencia, hasta conseguir aportarnos -y aportaros- algo más de ese conocimiento del que nuestras mentes siguen ávidas.

domingo, 14 de noviembre de 2010

COMO GUSTE, SEÑOR MARQUÉS

Las marcas delimitaban las fronteras del territorio guardado por el marqués. En su interior podíamos obtener identificación con el grupo y cálida seguridad compartida. Claro que también eran las marcas los límites impuestos, de los que no se debía salir, no fuera a ser que lo desconocido supusiera graves peligros.


Hoy lo que se segmenta no son ya los distintos reinos, sino el propio mercado: Se lucha por la diferenciación del producto. Se obtendrá el éxito ya no en función de los costes o de la calidad material del bien que comercializamos, sino de su posicionamiento en este mundo global así fragmentado y, por supuesto, en función también del marketing para ello realizado.
De hecho, las marcas son activos que se incluyen en los estados financieros. Y es que son potencial de mercado, derivado de lo que se ha venido a llamar la relación entre la empresa y sus clientes, casi como si del marqués y sus vasallos se tratara. Una marca comercial, así dispuesta, tiene más valor que el propio producto y, bien publicitada, es una poderosa herramienta que revitaliza el mercado. Es una imagen, un símbolo. Blasón no ya de un producto, sino de unos valores, conceptos que, de tan amortiguados como se nos presentan, se nos aparecen en toda su abstracción sin aportar nada concreto. Pero muy bien pagados, eso si.
Son, quizás, falsos iconos, nuevos dioses de este mundo globalizado en que el capitalismo de nueva generación impone sus normas como si hablara directamente por boca del Todo Poderoso, por encima de los Estados, la Política y la Ley. Son brillantes ideas que se salen de ellas mismas y nos conquistan, nos ciegan, nos hipnotizan, nos abruman.
Así que nosotros, seres humanos que ya más que personas o ciudadanos hemos adquirido categoría de clientes o consumidores, nos iluminamos con anuncios publicitarios monocordes que van imponiendo modas, canciones, películas e informaciones muy similares unas a otras, generadas en función de las posibilidades de venta y los márgenes de beneficios. De manera que se ha llegado a hablar, no sin razón, de la dictadura de la publicidad y de las marcas en la que la manipulación del dulce y rosa lenguaje visual desempeña un papel decisivo. Así se ha ido mostrando, cada vez con más claridad, como estas modas de marca homogeneízan a la población en función de los pocos segmentos que el marketing soporta.
Así las cosas, es comprensible que desmarcarse de miedo: Significa caer a un oscuro vacío, no tener una identidad colectiva a la que asirse. Y, si, puede que esa identidad de fresas con nata haya sido artificialmente concebida por la publicidad y el marketing para lograr las mejores posiciones en los ranking de ventas, pero es identidad al fin y al cabo, y delimita lo que está dentro de las fronteras de lo conocido y aparentemente seguro. Nos dice quiénes somos y dónde estamos, nos conforta.

De manera que así seguiremos, amortiguados también nosotros bajo las marcas de nuestros sombreros, sin ser capaces de mover un dedo más que el que alzamos para pedir nuestra marca favorita de cerveza, no vaya a ser que, al salir del abrigo de esa bonita cazadora que anunciaban hace unos años, nos vayamos a encontrar con un frío desconocido y cortante que nos obligue, helador en las sienes, a cuestionarnos el por qué de un mundo marcado por empresas y artificios. No vaya a ser que nos dé por preguntarnos quién es el Señor Marqués que gusta de disfrutar de los tiempos del ahora sin reinos.

3 comentarios:

  1. Nos han contado que para SER hay que TENER, y nos lo hemos creído.
    Estamos en un momento en que es más, el que más tiene, el que más consume.
    Estamos más orgullosos de lo que tenemos que de lo que somos.
    ¿Quién deshace este disparate?
    ¿Quién quiere dejar de tener para empezar a ser?

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  2. Lo peor es cuando las empresas dicen eso mismo para venderte.
    Recuerdo algunos ejemplos cachondos:
    - En el videojuego Mirror's Edge que controlas a una muchacha antisistema en su lucha contra el poder lo primero que te dice es "Registraté en EA International Ltd. para subir tus marcadores y compararlos con tus amigos".
    - Multitud de productos con el lema "be different".
    - En Quadrophenía decía el protagonista "no quiero ser como los demás, por eso soy un mod", no es publicidad pero es poco más o menos.

    No pasa nada, cuando la gente se aleja de ese "Target" Goloso de 20 a 35 años que ganan más de mil euros gran parte se va dando cuenta de que todo es tontería y se lo dice a la siguiente generación que le da igual.

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  3. Es tremendo, monstruoso, da miedo intentar empezar a SER. Nos rodea por todas partes, parece que no existe nada más que lo que se puede comprar.

    Y, sin embargo, seguimos SIENDO y, sobre todo, seguimos ESTANDO... hartos de tanta tontería, cada vez más.

    Gracias a ambos por vuestras palabras que me permito hacer un poco mías.

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