TAUTOLOGÍA O GRITO

Aprender mediante la palabra y el discurso, mediante la dialéctica y la retórica, es algo tan básico y elemental como complicado, hay que andarse con cuidado. Si bien es cierto que mediante la verbalización los pensamientos se vertebran y adquieren coherencia, y que es en interacción con otros discursos que el nuestro se vuelve más fuerte, con más sentido; no es menos cierto que las palabras son, en muchas ocasiones, amigas de las que no hay que fiarse mucho. Y es que ellas -sobre todo algunas de ellas, las que nos preocupan- no son más que símbolos que han perdido gran parte de su significado, ampliando tanto su contenido que ya casi han perdido todos los matices que un día tuvieron-o pretendieron tener-. De manera que el repetido uso de significantes tan poderosos como “democracia”, “libertad”, “igualdad” o la misma “política” se han quedado casi sin significados o, al menos, los han diluido tanto que es difícil vislumbrarlos. Es por ello que, a veces, pareciera que la Verdad tan solo puede expresarse mediante la TAUTOLOGÍA o el GRITO.



Pero no nos damos por vencidos y pretendemos, con cada paso que damos, desentrañar un pedazo más de esos conceptos que tanto interés nos merecen. Así que mantenemos nuestra mente despejada y, sin más, GRITAMOS. Y desgarraremos nuestras gargantas y vuestros ojos hasta lograr algo de coherencia, hasta conseguir aportarnos -y aportaros- algo más de ese conocimiento del que nuestras mentes siguen ávidas.

viernes, 28 de enero de 2011

PARA EL DEBATE: CRISIS FINANCIERA Y DEUDA PÚBLICA

Todos, en los tiempos que corren, y desde posturas más o menos académicas y más o menos informadas, nos preguntamos lo mismo ¿de dónde ha salido esta crisis de la que tanto oímos hablar y que tanto nos afecta? No es para menos si tenemos en cuenta que se ha estimado que la riqueza mundial ha disminuido enormemente, pasando de 80 billones de dólares a 60, y ello cuando la cantidad de impagos de las famosas subprime estadounidenses apenas ha representado unos 2 billones. ¿Cómo puede ser que una pérdida de valor de dos billones de dólares en las hipotecas haya destruido riqueza por valor de 20 billones?
El asunto se vuelve aún más sórdido si consideramos, siguiendo cálculos de Pual Krugman, que la mencionada crisis económica ha costado a Estados Unidos ocho puntos de crecimiento del PIB; o lo que es lo mismo: que Estados Unidos está perdiendo alrededor de un billón de dólares al año. Entonces, si hasta mediados de 2007 la economía se desarrollaba y crecía con supuesta normalidad, ¿qué ha cambiado para que estallara la crisis? Es importante pararnos en este punto y no dejarnos llevar por la impaciencia, según como respondamos a estas preguntas obtendremos una u otra propuesta de resolución.
De manera que podemos comenzar por considerar que los activos financieros no son más que títulos de propiedad negociados sobre distintas partes presentes o futuras de la economía real. El valor de esta riqueza depende, por tanto, de su capacidad para generar renta en el futuro. También debemos tener en cuenta cinco causas posibles para que el valor de los activos financieros fluctúe[1]: (1) Debido a una reducción del ahorro y la inversión. (2) Por las malas noticias circulantes sobre la capacidad que tiene la riqueza para generar beneficios, (3) A consecuencia del número de impagos, (4) Debido a problemas de iliquidez porque los beneficios aparezcan más tarde de lo que habíamos esperado, O (5) por un incremento de la incertidumbre (desconfianza en la recuperación de la inversión).
Brad Delong, de acuerdo con las argumentaciones previas y para el momento actual, supone que la razón última de la reducción de la riqueza global se basa en un aumento de la incertidumbre entre los agentes económicos. En la misma línea, Krugman en alguno de sus recientes artículos parece pensar que la economía real está parada porque la incertidumbre se ha incrementado tanto que ya nadie consume ni invierte. Siguiendo estos criterios está claro que el Gobierno tiene que restaurar la confianza con el dinero de los contribuyentes, rescatando gestoras de finanzas y banca, y “apretándose el cinturón” en gasto social. Es decir, en todas esas argumentaciones es la crisis financiera causa de la crisis en la economía real, así que solucionando aquella, solucionaremos esta.
De manera que, el hecho de que en los últimos años se hayan publicado infinidad de artículos –tanto en la literatura científica, como en la divulgativa- sobre las consecuencias de la desregulación de los mercados financieros y sobre la introducción de nuevos productos de alto riesgo, que originaron la crisis financiera y, con ella, la económica, ha supuesto que la mayoría de propuestas de resolución pretendan escapar de la crisis mediante ayudas a la banca o, como mucho, mediante su regulación, para tratar así de recuperar esa supuesta “confianza perdida”.
Pero no podemos quedarnos aquí, puede que debamos dar una vuelta más al problema. Quizás no se esté teniendo en cuenta que, durante años, nuestras economías han estado viviendo un falso auge crediticio del que era característica común el hecho de que, si bien toda inversión a largo plazo debería estar financiada con ahorro a largo, los préstamos a largo que concedían los bancos (por ejemplo, hipotecas) sólo lo estaban con deuda a muy corto plazo (depósitos a la vista).
Esta es la tesis que se nos expone desde varios puntos de vista: “En un primer momento los agentes económicos comenzaron a acometer inversiones que, aun siendo poco rentables, les permitían pagar los tipos de interés artificialmente bajos que les exigían los bancos. No es que estas inversiones fueran realmente rentables, pero lo parecían debido al crédito irrealmente barato que proporcionaban los bancos. El resultado fue una economía con mucha deuda y un aparato productivo adaptado para satisfacer las necesidades de unos agentes que deberían haber seguido teniendo acceso a grandes cantidades de crédito artificialmente barato. Pero, obviamente, no podemos endeudarnos sin límite, así que cuando las familias, las empresas y los bancos decidieron que no seguirían incrementando su endeudamiento, por muy barato que se lo ofrecieran, el castillo de naipes se derrumbó”[2].
Así que las empresas, bancos y consumidores buscaron reducir su endeudamiento y para ello consumieron e invirtieron menos, lo que fue leído por muchos en clave de “desconfianza”. Mientras, otros piensan más bien en realizar esfuerzos por transformar su aparato productivo para adaptarlo a las nuevas necesidades y capacidades. Podría decirse, siguiendo esta nueva línea argumental, que no estamos dejando de crear riqueza con la crisis, sino que eso es precisamente lo que estábamos haciendo durante el auge artificial previo.
Es decir, si el valor de los activos financieros depende de la renta que sean capaces de generar en el futuro, parece claro que, si el aparato productivo no es lo suficientemente eficiente y ello se manifiesta en el excesivo endeudamiento, los activos financieros se tendrán que depreciar. Ello no significa que no hayan existido también incertidumbre y desconfianza, pero no pueden ser estas tenida como causas últimas -y únicas- sin considerar las malas inversiones del boom crediticio.
Aún hay más, en este mismo sentido pero yendo un paso más allá podríamos plantearnos, con Vicenç Navarro, que hay un problema económico de base, previo al financiero, al que hay que atender muy especialmente. Encontraríamos, entonces, el inicio del asunto en el hecho de que durante la Administración Carter se aumentaran los intereses bancarios, a fin de crear un elevado desempleo y reducir los salarios. Si bien en aquel momento se dijo que se hacía para controlar la inflación, lo cierto es que también puede leerse como un cambio en las relaciones de poder de clase, que da origen a unas políticas fiscales y económicas que claramente benefician a las rentas de capital y a las rentas superiores[3], perjudicando a las rentas más bajas y obligándolas a endeudarse.


Es este endeudamiento, entonces, el que posibilitó la gran extensión del sector financiero en la economía. Además, y de manera coherente, la escasa demanda hizo disminuir el crecimiento económico, lo que forzó al Banco Central del gobierno federal a bajar los intereses, facilitando la aparición de las sucesivas burbujas. Parece, por ello, sencillo llegar a la conclusión de que, a no ser que se resuelva el enorme endeudamiento de las familias, recuperando las rentas del trabajo mayores, no se podrá resolver la crisis, por mucho cariz financiero que le atribuyamos al embrollo. Difícil pareciera, sin embargo, aumentar las rentas del trabajo disminuyendo los gastos sociales estatales, tal y como estamos viendo que sucede con el seguimiento impuesto por las actuales políticas de “austeridad” para el pago de la deuda externa de los países de la periferia europea.
En ese sentido, podemos concluir tal como empezamos, con las palabras de Krugman, que ha declarado para The New York Times que “los gobiernos están obsesionados por la inflación cuando la verdadera amenaza es la deflación, y pregonan la necesidad de apretarse el cinturón cuando el problema real es el gasto inadecuado”, así mismo, señala que los líderes europeos "parece que cogen sus temas de conversación de una colección de discursos de Herbert Hoover, incluso reivindicando que subir impuestos y recortar los gastos expandirá la economía porque mejorará la confianza empresarial”. Y es que, “aunque la responsabilidad fiscal a largo plazo es importante, recortar el gasto en medio de una depresión, lo que profundiza la depresión y allana el camino a la deflación, es de hecho contraproducente”. El Nobel de economía asegura, que la imposición de estas políticas de “austeridad” supone “una victoria de una ortodoxia que tiene poco que ver con el análisis racional y cuyo principio es que imponer sufrimiento en otra gente es una manera de demostrar liderazgo en tiempos duros”[4].


[1] Según Brad Delong, cit. en Juan Ramón Rallo: “¿Dónde se ha perdido nuestra riqueza?”
[2] Juan Ramón Rallo: “¿Dónde se ha perdido nuestra riqueza?”
[3] Vicenç Navarro: “Las causas de la crisis mundial actual”: Del periodo 1970 a 2005, el 5% de la población de renta superior incrementó su renta un 81%, el 20% de la población de renta alta un 53%, mientras que las rentas medias e inferiores vieron disminuir sus rentas (el 20% de la población con menor renta vio descender su renta un 1%) o la vieron crecer muy lentamente (el siguiente 20% por encima del anterior 20% vio crecer sus rentas un 9%)

[4] “Krugman se muestra pesimista: vamos hacia una tercera depresión”. www.elEconomista.es. 28/06/2010 - 11:20

jueves, 27 de enero de 2011

ÚLTIMOS ENCUENTROS: FINANZAS GLOBALES Y OTRAS ECONOMÍAS

La existencia de un mundo financiero no es ajena a la existencia de un mundo en que la economía es real. No se trata de un libro anti utópico que podamos cerrar y olvidar en la mesilla de noche. Ambas están tan conectadas que la convulsión de una de ellas convulsiona a la otra de manera casi instantánea. Y que la existencia de una, tal como hoy la concebimos, no es posible sin la otra.
El planteamiento es el siguiente: Llevamos siglos consumiendo por encima de nuestras posibilidades presentes gracias a la articulación de una economía financiera que se ha situado por encima de nuestras cabezas entretejiéndose a nivel mundial hasta hacerse opaca y autofagocitadora. De manera que la crisis actual y el sistema financiero no pueden entenderse si no es teniendo en cuenta que el sistema ha generado instituciones monstruosas que han tomado la forma de grandes gestoras financieras, aseguradoras y entidades bancarias variadas, y que se nutren del sistema pero también surgen de él y para él.
Es en ese mismo contexto global financiero que economías tan fuertes como la China o la de otras potencias asiáticas de cuyo “milagroso” crecimiento hemos sido testigos últimamente surgen. No debemos asombrarnos de su existencia, son hijas legítimas del sistema que impregna nuestras cotidianeidades. E, hijos de ese mismo padre, surgen también las regiones económicas que últimamente hemos venido trayendo a nuestras consciencias. Incluso los movimientos más o menos teóricos antiglobalizadores o que pretenden alternativas económicas les deben a los dioses de las finanzas sus vidas.

En resumen: Salir del sistema no es posible y la evolución del mismo está por decidir. Todo esto es cierto, pero no puede hacernos caer en el tan tentador pesimismo existencial que bajo las nubes grises de hoy tan cercano se nos muestra. Y es que las élites -hoy más difusas que nunca- ejercen su poder e influencia sobre las masas -hoy de forma más sutil que antes-, pero no pueden por menos que ceder, también, a la interacción con ellas.
Y resulta aquí pertinente presentarnos frente a un tipo de nombre Pzeworski, que estudió 187 países distintos desde el s. XVIII hasta el año 2000: La evidencia empírica nos muestra como las sucesivas ampliaciones observadas a nivel mundial en el derecho al sufragio son consecuencia de las amenazas revolucionarias percibidas gracias al acaecimiento de diversas movilizaciones, revueltas, manifestaciones y huelgas por parte de la clase obrera. Lo que se haga, cuenta. La movilización social sí vale para algo. Y no lo digo yo, lo dice la ciencia.

jueves, 20 de enero de 2011

[FINANZAS Y PETRÓLEO] O [ANTIGLOBALIZACIÓN Y AGROECOLOGÍA]

Vivimos en tiempos difíciles en los que, sin duda, las esencias de nuestras desazones pueden escribirse en clave económica. Es por ello que, pese a que el sistema financiero mundial resulta ser un tema manido, también es interesante, y lo es precisamente por lo que de desconocido tiene. Hasta tal punto es así que no resulta posible llegar a entenderlo en su totalidad en unos pocos minutos, en unas líneas inciertas. Su complejidad nos desborda y tendemos a simplificarlo sin pensar demasiado en todo lo que implica. Sin pensar en que implica demasiado.
Por eso es de agradecer que alguien se preocupe por tratar de contarnos a qué viene todo este embrollo en que nos hemos metido, qué es esto de la crisis financiera, cuáles son sus causas. A priori, pareciera que varias se nos presentan como posibles: Las políticas monetarias, la falta de competitividad en la oferta productiva, la deuda de determinados países que termina por generar déficit, la crisis estadounidense de las hipotecas subprime o la caída del Muro de Berlín que acaba por configurar un sistema económico único, homogeneizado y hegemónico bajo el mando la potencia estadounidense.
Y, sin más, en medio de todo esto España se sumerge y naufraga. Con otros tantos países de la periferia europea, a nosotros también el futuro se nos presenta incierto, desolador, gris. Hasta que nos encontramos sumidos en un entorno en que la ficción de los mercados financieros ha generado una sobredemanda de dinero que, si bien ha mejorado el sistema productor, también ha dificultado su gestión y ha generado una euforia irreal que nos pone en peligro a todos.
La maraña de euromercados, bolsas, divisas y mercados de derivados se retuerce a nuestro alrededor generando una opacidad nunca antes vista, hasta que la búsqueda de culpables marea, ya no encontramos más que fantasmas.

Es por ello, entre otras cosas, que en los últimos tiempos se legitiman y resurgen con fuerza los movimientos críticos a un sistema que zozobra y parece resquebrajarse. Y no nos extraña que los movimientos antiglobalización encuentren su razón de ser en las consecuencias negativas que del sistema económico mundial en que vivimos se desprenden. Claro que en un sistema en que la información se nos presenta fragmentada, manipulada e insuficiente y la competencia es, como mínimo, desigual, la acumulación de capitales potencia y fomenta injusticias distributivas que vienen a configurar el, tantas veces denostado, mundo del 80/20.
Añadido a esto se suman infinidad de consecuencias adyacentes y no menos preocupantes: Desde el aumento y fortalecimiento de las redes criminales globales hasta la falta de legitimidad de instituciones reguladoras a nivel mundial. Todo ello sucediéndose sin pausa en un escenario desolador en que podríamos hablar de una absoluta “desgobernanza planetaria”, si se me permite el invento lingüístico. Sin olvidar, en este periplo por las desgracias mundiales, la preocupante homogeneización cultural del pensamiento único hegemónico ni; por supuesto, la búsqueda constante de la rentabilidad a corto plazo, sea esta encontrada mediante especulación voraz o la desconsideración absoluta de las condiciones ambientales de un planeta que se supone es nuestro hogar, aunque a veces se nos olvide.

En esta línea podemos encontrar todo un abanico de respuestas en forma de la llamada resistencia agroecológica que dan forma a otro modo de consumo más responsable que no ponga en peligro, con cada cucharada de sopa de sobre, una parte de nuestra ecología, al mismo tiempo que acrecienta, unos kilómetros más, la brecha entre los muchos que tienen poco y los pocos que tienen demasiado.
Pese a que se trata de una cuestión, la agrícola y medioambiental, conocida en parte por todos, necesitamos que se nos dejen las cosas claras una vez más. Mil gracias a aquellos que, sea una vez y por 20 minutos, o sea de forma constante y por toda la vida, siguen empeñados en hacernos ver los mil y un perjuicios que en el interior de un sistema transgénico nos amenazan.


Claro que esto no queda aquí, pudiera resultar quizás más cercano el problema del desempleo, que a todo lo demás se une. Una herida estructural en España pero que, desde la Unión Europea, se sostiene y alimenta o, al menos y desde luego, no se soluciona en ningún modo.
En este caso también nos encontramos con un problema de gravísima trascendencia que no terminamos de comprender y cuya necesaria explicación nos ofrecería un primer acercamiento que pudiera, más adelante, cristalizarse en el surgimiento de posibles soluciones.

Y es que, en resumen, la interconexión palpable de la integración económica global nos lleva a conocer problemas lejanos que nos afectan de manera directa, como es el caso de los países del Caúcaso, en los que podemos comprobar ya como la existencia de petróleo en grandes cantidades convierte en estratégico y vital un punto que, de otro modo, quizás pudiera pasar desapercibido.

Pero, y para concluir, lo más duro de todo esto es que YA LO SABEMOS, que no nos sorprende, que no nos emociona, que no nos horroriza. Nos hemos habituado a escuchar y leer, sin entender demasiado, como tiramos el mundo por un vertedero de no reciclaje. Os propongo algunos enlaces para un consumo más adecuado y responsable, o una antiglobalización activareivindicadora. No dejemos de pinchar. No dejemos de gritar.

viernes, 7 de enero de 2011

SI MARX VIVIERA GLOBALIZADO

Partiendo de los escritos de Sweezy podemos considerar que lo esencial a la hora de estudiar la realidad es encontrar las leyes básicas del funcionamiento del sistema. Así, Marx considera que las fuerzas productivas de la realidad acaban impulsando las relaciones sociales. Las mercancías están en el centro de los cambios, explican las raíces del valor y, por tanto, las relaciones sociales.
El valor de uso y el valor de cambio son conceptos importantes. La utilidad tiene que ver con el primero de ellos, y el precio con el segundo. El precio oscila en torno al valor de las cosas. El sentido de utilidad oscila en torno al valor de uso. El precio, por su lado, orienta sobre el valor de las cosas, pero depende mucho de otra pluralidad de factores que también está actuando.

Esta foto es mía, no hay enlace a flikr, lo siento.  ;-)

Por otra parte, y relacionado con lo anterior, el valor de cambio social se expresa mediante el salario, que materializa una relación social entre capitalista y obrero (o entre empleador y empleado).
Cada elemento que actúa en el proceso productivo transforma su fuerza de trabajo para cambiarla por lo que consume: Se vende para comprar. Pero, en el sistema capitalista, el propietario con su dinero inicial disponible compra suelo, maquinarias, materias primas y mano de obra y, mientras suelo maquinaria y materias primas se van depreciando con el paso del tiempo, el trabajo es el único elemento que se concibe como capital variable. Esto significa, entonces, que el tiempo de trabajo es la fuente del valor.
De esta forma, Marx combina el valor de uso y el valor de cambio en la expresión de la relación social que es el salario. El valor de cambio del salario puede tener más del doble de valor de uso al incorporarlo al proceso de producción, generando así la plusvalía.
Además, el salario sirve para oscilar en torno al valor. En expansión económica oscilará, pues, el salario, por encima del nivel de subsistencia, reduciendo los márgenes del empleador. En las etapas recesivas, sin embargo, tenderá a la baja.
Lo que podríamos llamar “economía vulgar”, tiende a pensar que lo importante no es el valor, sino el precio. Lo cierto es que el precio tiende a encontrarse con el valor de forma más o menos precisa. Y que el valor del salario circula muy cercano al nivel de subsistencia socialmente necesario.


Podemos considerar, ahora, que la unidad básica del sistema de globalización es la “corporación”, expresando lo micro. Esta unidad casi siempre produce a través de otros. Trata, negocia y, a veces, presiona a sus suministradores, que serían un primer nivel de interacción. Este nivel se ha rodeado de otro, y este de otro, quizás de más. Son distintos niveles que tratan unos con otros y que van aislando a la “corporación” del resto.
La mayoría de la producción está en el nivel más alejado del centro de la corporación, generando plusvalía pero no materializándola, porque tiene que producir a unos precios muy por debajo del nivel del valor. Tan por debajo del nivel del valor están sus precios que no se puede evitar la informalización: se terminan generando economías sumergidas en esos niveles al margen. La corrupción, tan alejada del nivel central, ya no produce responsabilidades por ello en la “propia corporación”.
Y es que, aunque desde la corporación será que se distribuya esa producción, habiendo materializado los distintos pasos entre niveles, se hará con total opacidad por parte del nivel central, impidiendo que se pueda ver toda la explotación real que hay en el sistema.
Cada uno de los escalones, por el camino, va apropiándose de parte del valor, materializando cada nivel para sí esa parte, acentuando cada vez más la diferencia entre el valor inicial del primer nivel y el final por el que el producto se terminará distribuyendo.