TAUTOLOGÍA O GRITO

Aprender mediante la palabra y el discurso, mediante la dialéctica y la retórica, es algo tan básico y elemental como complicado, hay que andarse con cuidado. Si bien es cierto que mediante la verbalización los pensamientos se vertebran y adquieren coherencia, y que es en interacción con otros discursos que el nuestro se vuelve más fuerte, con más sentido; no es menos cierto que las palabras son, en muchas ocasiones, amigas de las que no hay que fiarse mucho. Y es que ellas -sobre todo algunas de ellas, las que nos preocupan- no son más que símbolos que han perdido gran parte de su significado, ampliando tanto su contenido que ya casi han perdido todos los matices que un día tuvieron-o pretendieron tener-. De manera que el repetido uso de significantes tan poderosos como “democracia”, “libertad”, “igualdad” o la misma “política” se han quedado casi sin significados o, al menos, los han diluido tanto que es difícil vislumbrarlos. Es por ello que, a veces, pareciera que la Verdad tan solo puede expresarse mediante la TAUTOLOGÍA o el GRITO.



Pero no nos damos por vencidos y pretendemos, con cada paso que damos, desentrañar un pedazo más de esos conceptos que tanto interés nos merecen. Así que mantenemos nuestra mente despejada y, sin más, GRITAMOS. Y desgarraremos nuestras gargantas y vuestros ojos hasta lograr algo de coherencia, hasta conseguir aportarnos -y aportaros- algo más de ese conocimiento del que nuestras mentes siguen ávidas.

domingo, 19 de diciembre de 2010

NO RESULTA INOCUO LO QUE ENTENDAMOS POR "SABER", ALGUNAS LECTURAS ACERCA DE LA CUESTIÓN

“Es ciencia cualquier tipo de conocimiento que haya sido objeto de esfuerzos conscientes para perfeccionarlo. Estos esfuerzos producen hábitos mentales -métodos o técnicas- y un dominio de los hechos descubiertos por esas técnicas”
J. Schumpeter, Historia del análisis económico.
Ello supone que, según G. Longo, la finalidad del conocimiento sea “descubrir las normas, o sea, las leyes del universo empírico que rodea al hombre”



De manera que ese conocimiento, así determinado como científico, se compone de tres aspectos:
1.       Mediante la ciencia se pretende describir y explicar la realidad,
2.       Pero sin salirse de ella, de manera que podamos comprender el mundo y su “materia”, que es la “realidad objetiva que existe con independencia de la conciencia humana y se refleja en ésta” (Lenin).
3.       Para que luego, gracias a ese conocimiento del mundo, podamos actuar sobre él, modificarlo, actuar.

Pero para G. Longo, pensamiento y acción, pese a estar ligados por la cognición, no pueden ejercerse de igual manera por iguales sujetos. Y es que el objeto de la ciencia, nos dice, debe ser la búsqueda de la verdad, y no de la utilidad, su objetivo no debe ser, en ningún caso, la acción. Aunque, reconoce, conociendo podremos actuar.
Además, y en esa misma línea, vemos como en los textos de G. Longo la praxis es de naturaleza eminentemente colectiva, mientras que la investigación no puede por más que ser individual. De manera que, siguiendo bajo igual argumentación, no se puede hacer a la vez ciencia y acción, porque, además, para investigar bien no debe, el científico, preocuparse de las consecuencias prácticas de su investigación.
No obstante todo esto, pensamos que merece cierto cuestionamiento la suposición sin peros de hacer a la investigación algo que es, en sí mismo, de carácter individual. Y es que suponer que un equipo o grupo no puede lograr resultados científicos puede considerarse, creemos, tan inexacto que llegue a ser falso. De igual modo, desdeñar el apoyo que de otras investigaciones hechas por otros científicos se obtiene en la propia, es hacer caso omiso de una de las realidades más poderosas que para hacer conocimiento existen.

Por otro lado, Manuel Sacristán ha dado en sus textos especial relevancia a lo que ha llamado una “concepción del mundo”: serían un conjunto de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, principios explícitos de la sociedad en que vive.
Según M. Sacristán, además, la filosofía, como contrapuesta a la religión, se va quedando sin ámbito de estudio en pro de la ciencia, que acaba con ella por varias razones: La ciencia predice, por un lado, y la ciencia da seguridad y mejores rendimientos debido a su intersubjetividad, por otro.
De manera que tenemos que la concepción del mundo se afirma sobre cuestiones que no son resolubles científicamente, mientras que el conocimiento intersubjetivo supone la posibilidad de las verificaciones y falsaciones empíricas y de argumentaciones analíticas, sean estas inductivas o deductivas. Así, llegamos a pensar que existe una concepción del mundo que toma el conocimiento científico como único conocimiento posible, antes, durante y después de cada investigación, creyendo ciegamente, con todo lo que de cuestionable ello tiene, en sus predicciones intersubjetivas.
La ciencia es, pues y para estas concepciones, el conocimiento supremo, por encima de todo lo demás: Gracias a ella se encuentra la explicación de los fenómenos de este mundo mediante la atención en otros fenómenos, también de este mundo. Este por sí y para sí de la naturaleza es lo que se ha venido llamando “inmanentismo”. Con él recuperaremos la verdad de las cosas mediante las cosas mismas, mediante una metodología dialéctica en que se eliminan los factores irracionales para explicar el mundo y se manejan relaciones de cariz cuantitativo, para reducir lo complejo hasta sus partes más homogéneas y, así, permitir plantear preguntas exactas para la formación de conceptos adecuados.
Solo de esta forma, entonces, lograremos explicar lo complejo mediante sus factores homogéneos que nos llevarán a la formación de leyes, de “totalidades concretas” (M. Sacristán).

Y si toda investigación, como expone G. Longo en sus textos, se desarrolla comenzando por una observación rigurosa de los hechos en que se han de seleccionar los más significativos y evidenciar las relaciones que los unen entre sí, posteriormente, podremos formular una hipótesis que explique coherentemente esos hechos. Resalta en este punto crucial de la investigación, a la hora de generar hipótesis que, no obstante lo inmanentista del invento científico, ahora, se nos dice, es necesario lo que se ha venido llamando “fantasía creadora”: que supone la capacidad del pensamiento para crear mentalmente imágenes subjetivas distintas de aquellas observadas en la realidad. (G. Longo)
De manera que las hipótesis, centrales en toda investigación científica, ya no vienen dadas por la realidad misma, y se hace necesario imaginar lo que la realidad no es para poder modificarla. Así que, es gracias a esa fantasía que el hombre puede, no solo reflejar la realidad, sino también conocerla y modificarla. Además, el científico hará uso de la intuición para analizar las formas de la naturaleza más verosímiles o racionales.
Claro que no se nos escapa que, desde esta concepción en que el mundo se compone de fenómenos inmanentes de la realidad presente que se explican mediante sus relaciones con otros fenómenos también existentes en igual plano de la realidad, la aceptación de capacidades como la fantasía y la intuición para explicar el mundo desde la ciencia no terminan de resultar del todo coherentes, y parecen irse a planos más allá de la realidad misma que bien podrían acercarse a la transcendencia que tratan de no necesitar. Pues bien, el conflicto queda aparentemente salvado mediante su localización (la localización de fantasía e intuición) dentro de las características peculiares de la actividad nerviosa superior y, por tanto, propias de los animales más desarrollados. Y es que, además, ambas han de estar controladas por una lógica férrea y rigurosa. (G. Longo)
Hay, desde ahí, un siguiente y crucial paso: comprobar que las hipótesis se corresponden con la realidad contrastándolas con los hechos. Es decir, de la observación de la realidad hemos pasado a la creación de hipótesis y de éstas a la experimentación. Ello nos llevará a una nueva generación de hipótesis porque, así se nos dice, todo conocimiento científico es conocimiento inacabado en que la elaboración teórica y la búsqueda de hechos o, lo que es lo mismo, la conceptuación y el análisis, se complementan pero no coinciden y ninguna puede sustituir a la otra.
Pese a ello, los hechos siempre son la base de una elaboración teórica, lo que pasa es que, y esto es un punto clave, toda investigación se inicia con la formulación de una pregunta, lo que constituye ya un razonamiento, una teoría. Concepciones previas como estas nos llevan a la conclusión de que, para que esto sea real, el trabajo de un estudioso se integra siempre en la investigación colectiva ya que cada investigador usa teorías e hipótesis previas que son de otros y que se basan en hechos observados previamente por los demás. El camino dialéctico de la interacción de estudiosos y el sucesivo descubrimiento de verdades relativas nos acercan, pues, a la verdad absoluta. De manera que, pudiera decirse, en éste momento histórico, y en virtud de esa capacidad acumulativa del conocimiento dialéctico, nos encontramos, por ser el último de los momentos históricos, en la cumbre del conocimiento, sabiendo más nosotros que los sabios clásicos o los teóricos ilustrados… O eso pareciera desprenderse del enfoque que manejamos, pero profundicemos un poco más.
En toda verdad relativa existe siempre un fragmento de la verdad absoluta, se concluye, pero ya, y debido a ello, solo se buscan verdades relativas, pues son las únicas que pueden verse. De manera que, siguiendo este hilo argumentador, la verdad absoluta, por inalcanzable, importa menos o no importa.
De esta guisa vamos llegando a la concepción de que existe una evolución progresiva, lineal, cierta y necesaria de ideas y conceptos. Pero ello no es posible sin, y es en este punto muy importante, definir para qué se usan las palabras, qué conceptos encierran. Una vez hecho esto, y puesto que la verdad conocida nunca es absoluta, lo importante de la ciencia será proporcionar una visión cada vez más exacta, lo que solo se puede lograr, así visto, mediante la rigurosidad y certeza del método científico. El camino expuesto nos aboca al convencimiento de que lo fundamental en la ciencia es su método, la forma en qué esta se va creando.
Entendemos, entonces, que pierde peso el concepto porque cada investigador tiene que definirlo, y también lo pierde, en el fondo, la verdad porque siempre es relativa. Los hechos han de estar completados con fantasías e intuición, eso sí, pero no aceptamos su subjetividad para desarrollar un método científico. Y es que, al final, el método, la herramienta, termina por ser lo esencial de esta forma del saber.
La conclusión es que el instrumento generado para conocer, pero falseado con objeto de higienizarlo de la subjetividad de lo humano, es lo importante. El conocimiento es poco más que secundario.
Así que, en el mundo del 80/20 el conocimiento es acumulativo y, se supone, siempre se va a mejor. En la realidad que ensalza las democracias en su plena crisis conceptual, no caben las contradicciones ni los matices pues de lo que se trata es de la posesión, por el devenir de la historia dialéctica y su acumulación de conocimientos, de una totalidad de verdades que aunque parciales, son las únicas posibles.
Si bien el transcendentalismo con sus verdades reveladas que son absolutas por lo que de divinas tienen es inaceptable para cualquier concepción del mundo que se nos aparezca como admisible, el inmanentismo radical que a veces se ha defendido no deja de ser menos totalizador con la creencia ciega en que toda la verdad está frente a nuestros ojos y no puede escapar a ellos. Sería posible pensar que, tanto en uno como en otro caso, la verdad deja de buscarse, o por ser revelada y venirnos dada, o por ser inalcanzable pero estar presente.

Como decimos, Roberto Carballo nos expone que, pese a que la ciencia evidencia límites, también supone éxitos, así que termina por obtener para sí un culto cuasi religioso.

Y es que el sentido de la ciencia se materializa en varias cuestiones como su carácter histórico, por un lado, o el uso que de la ciencia se ha hecho como instrumento de dominación social, por otro. Podemos, en esta línea, observar como los científicos han sido, en muchas ocasiones, reaccionarios al cambio de paradigma, y como han usado un lenguaje que no es comprensible para la mayoría.
Así que, si la ciencia es acumulativa, ¿cómo puede ser que se reproduzca el sistema de dominación? ¿Cómo va a ser lineal el conocimiento si parte de “concepciones del mundo” e ideologías? Y es que, partiendo de que nunca se alcanzan verdades absolutas, volvemos a la concepción de G. Longo que prioriza el método como parte central del conocimiento científico. Pero sucede que el método es tan contingente e histórico como la propia ciencia, y las teorías que en cada momento se configuran. Así pues, por su historicidad, el conocimiento pierde importancia, pero no se entiende por qué la herramienta para obtenerlo, tan contingente como aquél, adquiere tal categoría de valor, sabiendo que él mismo también se impregna de ideología y eventualidad histórica.
Podemos, por eso, observar con R. Carballo, a lo largo de la historia, diferentes corrientes metodológicas según dónde sitúen el énfasis de las etapas del método científico, si en la descripción, la clasificación, la explicación o la verificación.

Concretando un poco, podemos encontrar en, por ejemplo, los textos de Sweezy, como se matizan estas preocupaciones: Nos expone como, si las ciencias sociales estudian las relaciones entre individuos en sociedad, la ciencia económica estudiará las relaciones sociales de la producción y distribución. Pese a que la economía ha eludido la investigación de las relaciones sociales que conciernen a los problemas económicos en no pocas ocasiones, ello le ha abocado a no poder aclarar el papel de lo económico, tampoco, en las relaciones sociales.
Podemos tomar así, con Sweezy, el método marxista como ejemplo de estudio científico: Es el método abstracto deductivo de las aproximaciones sucesivas. No obstante, el problema a examinar, también aquí, depende del investigador (el objeto depende del sujeto) aunque la metodología terminará por concretar lo que es esencial, los elementos fundamentales. Aun así, se evidencia una actitud ante la ciencia que se forma antes del inicio de la investigación concreta: La abstracción es poner de relieve lo esencial para hacer posible su análisis.
En Marx, entonces, podemos ver que el propósito de la abstracción es aislar ciertos aspectos del mundo real para fines de investigación intensiva: Los resultados que se obtengan con alto grado de abstracción serán muy provisionales, susceptibles de ser modificados en siguientes pasos. Porque con menor grado de abstracción se tomarán en cuenta nuevos aspectos de la realidad.
Es decir, las suposiciones simplificadoras son abstracciones que tienen que tomar en su debida consideración el problema, eliminar las relaciones no esenciales y mantener aquellas que sí lo son.

Y es que el método científico supone que hay que partir de un acto cognoscitivo pre-analítico para posteriormente observar la realidad, luego habrá que hacer un ejercicio de inferencia inductiva que admita una abstracción, descripción y clasificación de elementos y realidades, para poder construir una hipótesis inicial. En este momento es cuando se puede dar paso al desarrollo deductivo, la purificación y elaboración de teorías (siempre provisionales) para, en un último (pero también provisional) momento, pasar a la contrastación intersubjetiva al comunicar (exponer) nuestras teorías a la comunidad en lenguaje formalizado, científico y con coherencia interna.
Un lenguaje éste que, necesariamente, ha de encontrarse en acuerdo con los científicos de la academia (lo que, de alguna manera, supone la aceptación de la definición desde estructuras de poder más o menos elitistas y asentadas), para intentar explicar lo mismo que ya se explicó mediante otros saberes mitológicos -intentar explicar la Verdad- partiendo ésta vez de la razón, y solo de ella (John Bernal), aunque se lleguen a admitir intuiciones (que no se sabe muy bien dónde colocar), y aunque se intente buscar el por qué de las cosas (Muguerza) que no es más que buscar sus fundamentos (y que, quizás, encuentren sus raíces en horizontes existenciales en parte metafísicos.)
Se termina, de esta manera, por generar una sistematización de convicciones (Bertrand Rusell) y por buscar una verdad que nunca se pretende alcanzar (Karl Popper) con lo que se escudriña, no sabemos muy bien con qué grado de importancia, hasta generar una suerte de supuesta “ideología objetivizada”, cuya concepción no deja de reproducir el peligro de creer objetivo lo que no lo es y terminar por uniformizar y totalizar, bajo estos parámetros, el mundo.

jueves, 16 de diciembre de 2010

1984

Es casi miedo la emoción que embarga a aquél que se da cuenta de lo peligrosamente cerca que estamos de hablar Neolengua. Orwell desarrolla en “1984” esta no tan peculiar forma de comunicación cuya razón de ser es sustituir a la vieja lengua de forma total. Los objetivos de la Neolengua están claros en Oceanía: No solo proporciona un medio de expresión sino que también imposibilita otros, tratando de hacer impensable aquello que, no estando en consonancia con las consignas del Insoc, se vuelva impronunciable. En la novela, pues, aparece la intencionalidad del lenguaje de forma clara y explícita, manejada y manejable. En nuestra sociedad occidental que tan brillante nos hemos encargado de presentar en todas las televisiones del mundo, dirección y objetivos quedan cumplidos precisamente por lo que de difuso y oculto logran mantener.

El atonismo social que la Neolengua colabora en desarrollar es consecuencia también de la mengua del propio lenguaje: disminuir al máximo el pensamiento objetivo es reducir todo lo posible el número de palabras. Así, se suprimen palabras por innecesarias, como “quien”, por ejemplo, por tener significados difusos o por ser difíciles de pronunciar. Cuanto menor es el abanico posible de elecciones de palabras o sintagmas posibles, menor es la tentación de cavilar.
Además la Neolengua es muy regular, sin a penas excepciones. Añadiéndole sí cabe más homogeneidad a la palabra y, de forma correlativa, al pensamiento. Aunque lo cierto es que, en ocasiones, se puede sacrificar esa regularidad en pro de la eufonía, ya que se buscan palabras “cortas y de significado inequívoco que pudieran pronunciarse rápidamente y despertaran el mínimo de sugerencias en la mente del parlante”. De manera que, además, su pronunciación termina siendo muy parecida, con los acentos igualmente situados, dando al lenguaje un aspecto “similar a un cotorreo, a la vez roto y monótono”, haciéndolo “tan independiente como fuera posible de la conciencia”, casi automático, instintivo, rápido…
Casi como el inglés, que se convierte hoy en esa lengua homogénea que universaliza culturas, confundiéndolas con actitudes propias de la estructura del mundo del consumo, la globalización y los paraísos fiscales. Aunque, claro, no podemos olvidar que se imbuye en su propia contradicción, configurándose también en parte como la lengua del pensamiento crítico, la emancipación y la experimentación.
Aunque lo cierto es que, en el idioma que sea, solo necesitamos encender la televisión, o la radio, y recapacitar con tristeza sobre el “cotorreo, a la vez roto y monótono” de cualquier canal, en cualquier lugar, adormeciendo cada mente y cada conciencia, desvinculándonos de la Verdad a cada instante con un poco más de efectividad.
Solo que, y pese a que las analogías también son muy posibles, nosotros no tenemos un MiniVer o Ministerio de la Verdad encargado día y noche de hacer desaparecer el pasado en los “agujeros de la memoria” o, al menos, esa intención y esa práctica no son tan absolutas y opresivas como en “1984”. Tenemos oportunidades, podemos trabajar con conceptos contaminados, sin duda, pero tenemos que tratar de hacerlo entendiéndolos en su contextos histórico. Desentrañando hacia el pasado los conceptos para poder comprenderlos en su lenguaje. Desenvolviendo la Verdad y poniendo de manifiesto el papel de regalo y sus posibles trampas.
Quizá se pueda ayudar a fundar un futuro vinculando el análisis del presente con la comprensión de las desdichas del pasado.

domingo, 21 de noviembre de 2010

GUERRAS CAMBIARIAS Y ACUERDOS POLÍTICOS.



Todo parece iniciarse en el mantenimiento, por parte de países potentemente exportadores -en especial de China- de sus monedas artificialmente devaluadas. Es decir: sus gobiernos mantienen el tipo de cambio por debajo de lo que, se supondría, debería ser en función del mercado internacional.
Por otro lado, no podemos olvidar que, pese a que Estados Unidos se abandere como uno de los países más perjudicados por la política cambiaria del yuan, está, por su parte, creando burbujas inflacionistas en Latinoamérica, al inundar el mercado de dinero que se escapa a otros países, en especial Brasil, para buscar más rentabilidad gracias a los altos tipos de interés, calentando, así, estas economías.

De manera que la política monetaria de Estados Unidos lleva ya algún tiempo pudiendo tildarse de “agresiva” pero, como vemos, no son los únicos: China mantiene al yuan en un régimen de flotación muy limitado. Además, los bancos centrales de otros países de la OCDE intervienen los mercados de divisas para neutralizar la apreciación de sus monedas. Todo ello supone que la “guerra de divisas” esté claramente en marcha y que algunos países no cesen de usar los tipos de cambio como “armas políticas”.


Para entender todo esto hay que comenzar por tener claro que infravalorar artificialmente las divisas de un país supone el automático abaratamiento de sus exportaciones. Pero ello sucede a costa del resto de países, cuyas importaciones se encarecen. Así, es fácil llegar a esta conclusión, la salida de la crisis a nivel mundial sea aún más difícil.

Estas prácticas son las llamadas políticas de “empobrecimiento del vecino”, que fueron ya las responsables de la oleada de proteccionismo que sucedió a las crisis de los 30’s y precedió a la Segunda Guerra Mundial.

Recordemos que todo esto fue lo que llevó a los ministros de Finanzas de los países del G-20 a comprometerse en octubre para dejar que sus políticas cambiarias se determinasen por el mercado, reflejando de este modo los fundamentos de sus economías. Al mismo tiempo, los líderes políticos cedieron, por fin, parte del pastel a los países emergentes. Así, China se convertía en el tercer país más poderoso del FMI, pero también obtenía más "corresponsabilidad" en la supuesta gobernanza económica global. La cumbre de octubre bien pudiera haber parecido, pues, un primer paso en la búsqueda de soluciones.





Pese a ello, de la última reunión del G-20 en este mes de noviembre se obtienen, y ello no nos sorprende, resultados insatisfactorios y, desde determinado punto de vista, decepcionantes: Ni se definen regulaciones que neutralicen posibles futuras peores consecuencias, ni se llega a compromisos de no proteccionismo por parte de ninguna potencia mundial, ni se avanza en el frente bancario.

Y es que parece casi como si, por fin, el propio sistema no fuera capaz de salvarse a sí mismo, o al menos así podrían ser leídas sus voces:
“Los riesgos permanecen. Algunos de nosotros experimentamos fuertes crecimientos, mientras otros afrontan niveles de desempleo y lenta recuperación. El crecimiento desigual y la brecha en aumento de los desequilibrios alimentan la tentación a divergir de las soluciones globales con acciones descoordinadas. Sin embargo, las acciones políticas descoordinadas solamente conducirán a las peores soluciones para todos.”[i]
De manera que, el propio párrafo 7 de la declaración de los líderes en Seúl reconoce las amenazas de la descoordinación política y de los desequilibrios comerciales internacionales, sin llegar a abordar remedios para una crisis extendida por una globalización financiera descontrolada ante la que los gobiernos del G-20 son incapaces de combatir: Ni en su opacidad ni en el descontrol de las finanzas internacionales, ambos males, entre otros, que terminan siendo fuente de dramáticos delitos, también globales.

Las críticas a las políticas monetarias estadounidenses se hacen notar por parte, sobre todo, de China, y en contra, mayormente, de la segunda inyección de dólares al mercado, que supone su abaratamiento y, por tanto, su depreciación de forma, por cierto, tan artificial como ellos mismos critican en sus competidores económicos asiáticos.

Más allá de estos vaivenes políticos, no parece apreciarse en los debates de los días 11 y 12 de noviembre ningún compromiso esclarecedor, ni vislumbrarse el final de estas peligrosas guerras económicas sino que, más bien, se aplaza la toma de decisiones importantes ad infinitum, como si se pretendiera una fe ciega en la solución espontánea de todos los desajustes comprobados.




Lo indudable de los problemas expuestos evidencia la necesidad de búsqueda de soluciones. Su no consecución y el claro desapego que se acaba por adoptar manifiestan los clarísimos problemas de gobernanza que el mundo económico mundial sufre:
“La democracia pierde su sentido cuando la vida de un país se ve gobernada por genuinos tiranos privados, de tal suerte que los trabajadores se hallan subordinados al control empresarial y la política se convierte en la sombra que los grandes negocios arrojan sobre la sociedad”[ii].




[i] Cit. en J. H. Vigueras. La burbuja mediática del G-20 desinflada, www.attac.es, Madrid, 2010
[ii] Cit en C. Taibo. Movimientos antiglobalización, Ed. Catarata, Madrid, 2007

miércoles, 17 de noviembre de 2010

FIGURAS EN LAS NUBES

Hoy…
No nos queda ilusión
y los sueños se pudren.
Hoy…
Ya no veo figuras
si miro a las nubes.

Escuchar canciones que hablan de viejos bares con olor a serrín puede hacernos recordar aquellos tiempos en que pensar soluciones no era cosa de locos. Y puede hacernos, quizás, sentirnos un poco fuera de este mundo.


Con frecuencia, últimamente, aquella canción me penetra en las entrañas. Y yo la dejo, cierro los ojos, y me mareo. Es un acto conscientemente pasivo de naufragio. Luego vuelve la lucidez y la memoria, y miro el mundo de los vivos: Seres grises, incluida mi propia alma, que no sabemos qué pensar, ni de qué discurso apropiarnos, y que ni siquiera nos importa. Somos muchedumbres enteras las que nos adentramos en la oscuridad luminosa de los neones incandescentes y nos dejamos amasar por los monstruos del mercado que, como gigantescos buitres, acechan las cunas indefensas de los pequeños ciudadanos que aun no han crecido.
Parece insensata la certidumbre con que el consumidor masivo penetra en la pasividad más sórdida mientras se deja convencer por el marketing y el hormigón de que la única vida posible es la que se vende al por mayor. Resulta imposible elaborar un discurso que no venga en tetrabrik y, mientras el Universo entero siga creyendo que nada es gratuito, seguirá siendo imposible hasta ver las Verdades de las Tautologías, que de puro evidentes casi son impronunciables: Salir del “no hago nada porque nada vale de nada” con el “nunca pasa nada si no haces nada nunca” no resulta posible y nos hace tartamudear, sordos y ciegos, tambaleantes. Como si la locura fuera realidad y la vida entera no fuera más que un burbujeante anuncio antes de las campanadas.
Parecen sueños las nubes, lo solido se vaporiza y el humo lo cubre todo. No sabemos la diferencia entre las verdades, las mentiras, los engaños y las ventas a gran escala. Pero es que todo da absolutamente igual, el rencor, el dolor, la mentira y el odio forman parte de nuestra existencia en dieciséis novenos y, mientras haya treintaidós pulgadas en las que reflejarnos, no necesitaremos preocuparnos por el ser humano que, total, se ha vuelto mucho más etéreo que la bolsa de Tokio.
Apáticos, desanimados, deprimidos, desolados, abatidos, desalentados, hundidos, grises, monótonos: Despolitizados. Sin pensar lo común ni buscar soluciones, sin construir futuro, sin recordar el pasado ni cuestionarnos el presente. En perpetua competencia por el rojo más brillante con la vida que no puede por más que ser una lucha incesante, que nos agota y nos vence, que nos machaca.
La pérdida de ilusiones, la pérdida de ideas. Ilusionados idealistas aquellos que osamos pensar que otro mundo es posible. Ilusas las ideas de los que nos negamos a seguir viendo figuras al mirar a las nubes.
(Gracias a los Platero y al rock&roll por seguir haciendo que la sangre hierva.
http://www.goear.com/listen/9f05732/si-miro-a-las-nubes-platero-y-tu)

domingo, 14 de noviembre de 2010

COMO GUSTE, SEÑOR MARQUÉS

Las marcas delimitaban las fronteras del territorio guardado por el marqués. En su interior podíamos obtener identificación con el grupo y cálida seguridad compartida. Claro que también eran las marcas los límites impuestos, de los que no se debía salir, no fuera a ser que lo desconocido supusiera graves peligros.


Hoy lo que se segmenta no son ya los distintos reinos, sino el propio mercado: Se lucha por la diferenciación del producto. Se obtendrá el éxito ya no en función de los costes o de la calidad material del bien que comercializamos, sino de su posicionamiento en este mundo global así fragmentado y, por supuesto, en función también del marketing para ello realizado.
De hecho, las marcas son activos que se incluyen en los estados financieros. Y es que son potencial de mercado, derivado de lo que se ha venido a llamar la relación entre la empresa y sus clientes, casi como si del marqués y sus vasallos se tratara. Una marca comercial, así dispuesta, tiene más valor que el propio producto y, bien publicitada, es una poderosa herramienta que revitaliza el mercado. Es una imagen, un símbolo. Blasón no ya de un producto, sino de unos valores, conceptos que, de tan amortiguados como se nos presentan, se nos aparecen en toda su abstracción sin aportar nada concreto. Pero muy bien pagados, eso si.
Son, quizás, falsos iconos, nuevos dioses de este mundo globalizado en que el capitalismo de nueva generación impone sus normas como si hablara directamente por boca del Todo Poderoso, por encima de los Estados, la Política y la Ley. Son brillantes ideas que se salen de ellas mismas y nos conquistan, nos ciegan, nos hipnotizan, nos abruman.
Así que nosotros, seres humanos que ya más que personas o ciudadanos hemos adquirido categoría de clientes o consumidores, nos iluminamos con anuncios publicitarios monocordes que van imponiendo modas, canciones, películas e informaciones muy similares unas a otras, generadas en función de las posibilidades de venta y los márgenes de beneficios. De manera que se ha llegado a hablar, no sin razón, de la dictadura de la publicidad y de las marcas en la que la manipulación del dulce y rosa lenguaje visual desempeña un papel decisivo. Así se ha ido mostrando, cada vez con más claridad, como estas modas de marca homogeneízan a la población en función de los pocos segmentos que el marketing soporta.
Así las cosas, es comprensible que desmarcarse de miedo: Significa caer a un oscuro vacío, no tener una identidad colectiva a la que asirse. Y, si, puede que esa identidad de fresas con nata haya sido artificialmente concebida por la publicidad y el marketing para lograr las mejores posiciones en los ranking de ventas, pero es identidad al fin y al cabo, y delimita lo que está dentro de las fronteras de lo conocido y aparentemente seguro. Nos dice quiénes somos y dónde estamos, nos conforta.

De manera que así seguiremos, amortiguados también nosotros bajo las marcas de nuestros sombreros, sin ser capaces de mover un dedo más que el que alzamos para pedir nuestra marca favorita de cerveza, no vaya a ser que, al salir del abrigo de esa bonita cazadora que anunciaban hace unos años, nos vayamos a encontrar con un frío desconocido y cortante que nos obligue, helador en las sienes, a cuestionarnos el por qué de un mundo marcado por empresas y artificios. No vaya a ser que nos dé por preguntarnos quién es el Señor Marqués que gusta de disfrutar de los tiempos del ahora sin reinos.

sábado, 23 de octubre de 2010

LOS MUERTOS SON AQUELLOS QUE HAN PERDIDO LA MEMORIA


Alguien me contó una vez que en la antigua mitología griega se hablaba de dos ríos: Del río Leteo se bebía para olvidar todo lo pasado. Del río Mnemósine se obtenían los recuerdos perdidos en la memoria. Eran del río Leteo aguas que se tomaban justo antes de la reencarnación, cayendo así en un profundo letargo. Y es que, para ellos, los muertos son aquellos que han perdido la memoria

Las malas condiciones laborales, fruto de una situación de crisis a nivel global, lejos de paliarse desde los gobiernos mediante medidas reguladoras de los poderes financieros que fueron su causa, son empeoradas por éstos, a golpe de reformas que endurecen las condiciones del asalariado, facilitan el despido y recortan sus beneficios sociales. Si, como veíamos, el recorte social es también una bajada salarial encubierta, entonces los métodos de lucha más propicios a todos los niveles parecerían los tradicionales sindicatos, las medidas de conflicto colectivo más apropiadas parecerían las huelgas. Pero sucede que no funcionan, y que se nos presentan como fracasos huelgas generales que en otros tiempos lograron cambios. ¿Es que, acaso, estamos empleando instrumentos antiguos -sindicatos- para luchar contra problemas nuevos -crisis financiera global-? En parte sí, aunque no es tan fácil, y el sindicato como herramienta no es descartable sin más. Tan solo hay que mirar a la vecina Francia para darse cuenta de que aún pueden cumplir un papel. Allí sí funcionan. No vamos tan desencaminados. Lo que pasa es que se habla de dos países distintos que configuran dos realidades muy diferentes. Sus procesos históricos de formación de voluntades colectivas han generado instituciones organizativas de muy dispar naturaleza. Pero también han ido configurando sociedades que reaccionan y respiran a ritmos del todo descompensados. Es decir, los problemas de inoperatividad sindical españoles tienen que ver con, al menos, tres factores: Por un lado con el entorno distinto en que se mueven a nivel global, la crisis financiera mundial que les es, en parte, ajena. Por otro lado también influye la morfología interna de los propios sindicatos. Y, desde luego, también son factores a tener en cuenta todos y cada uno de los españoles y su enfermedad congénita tradicional: su atonía político-social.
Mientras tanto, otras organizaciones que podrían tener iguales problemas de adaptación a este mundo financiero ficticio en que nos movemos, saben adecuarse a los tiempos de crisis. Así, por ejemplo, Montsanto, como empresa multinacional conocida por su gestión de transgénicos que obtuvo reducciones en el valor de sus acciones el año pasado, hoy vuelve a conseguir ganancias. Ejemplo de cómo, una vez más, en este gigantesco casino en que nuestro mundo se ha convertido, la banca siempre gana, aunque ello suponga la reducción de fondos en hasta un 80% en las Universidades inglesas o el despido de empleados públicos en el mismo país. Modelo anglosajón, por cierto, al que tendemos. Tampoco importa, siempre podremos hacer carrera en cualquiera de los mercados negros -trata de blancas, tráfico de drogas o de armas…- monumentales que, con este sistema que tenemos, parecen afianzarse cada vez más, como partes inherentes a él.

Pena, miedo, lástima, impotencia, desolación y ganas de GRITAR una y otra vez y sin parar: Ellos lo hacen, ellos se adaptan, ellos vencen. Lo hizo Moody’s, lo hizo Montsanto, lo hacen los grandes fondos de pensiones, de seguros, las redes bancarias, cada una de las grandes empresas existentes -financieras o no- han salvado sus obstáculos. Debemos despertar y esnifar vida e ideas nuevas, adquirir fuerza y rabia. Importamos las personas. Descartemos las ficciones que se replican a sí mismas ad infinitum en forma de tipos de cambio y carteras de valores, VALOREMOS en su lugar nuestra propia sangre. Tenemos que sumar a nuestras meditaciones las pasiones necesarias para levantarnos de nuestro letargo… Tenemos que dejar de estar muertos y beber hasta la ebriedad de Mnemósine, que se nos ofrece cada día en cada rayo de sol.

martes, 12 de octubre de 2010

GRITO

Las Palabras están siempre cargadas, nunca son neutras. Son herramientas y son arte, poesía a veces. Las Palabras transfieren conocimiento y, mediante la dialéctica y la mayéutica, nos ayudan a parir pensamientos. Nos estructuran la cabeza y nos ayudan a ser un poco más humanos. Y, sin embargo:
“No debe hacerse nada por el solo amor a las palabras, puesto que las palabras en sí mismas se inventaron por amor a los pensamientos”. (LEO STRAUSS)
En la búsqueda del acercamiento a cualquiera de los matices de la Verdad -ni siquiera a la Verdad misma-, se nos antoja evidente para todos el porqué de que las Tautologías sean siempre Verdades. Pero, ¿Cuál es la razón de que hable de Gritos? El caso es que hablo de gritos de placer o de dolor, gemidos que expresan emociones sin más, sin filtros, sin que las palabras medien entre ellas -las emociones, auténticas sin duda- y nosotros -seres de supuesta Verdad-.
Sigo queriendo Gritar, quizás porque sigo viendo figuras en las nubes. Pero ahora Gritaré con palabras de por medio. Quiero hacer de la Palabra el vehículo de mis pensamientos, y del Grito la emoción de autenticidad de lo que digo. Y es que no hay forma de usar la dialéctica y la razón, la lógica y el método científico (sobre todo si lo que nos interesa es la sociedad, el ser humano), que seguir teniendo muy presente la retórica y la espiritualidad, lo emocional y lo visceral. Años de positivismo y cientificismo no han valido para generar una auténtica Ciencia Política infalible… ni de lejos. Puede que vaya siendo hora de volver a pensar en lo uno con lo otro -y lo otro con lo uno-.
“En el cielo, por ese agujero de aguas oscuras, brotan animales monstruosos a los que no podríamos ni siquiera identificar con nombres. Seres muy activos e inextinguibles -han resistido la depuración y se meten en donde lo tienen prohibido- que, como los pájaros que remontan vuelos masivos y espirales, se presentan en ese escenario tan higienizado sin que nadie pueda impedirlo
Así expresaba el Profesor Roiz algo que se me aparece ante los ojos con claridad desde hace tiempo: No podemos separar la espiritualidad del estudio de las sociedades porque está ahí, existe y seguirá existiendo. Hemos de tenerla en cuenta. Por mucho que tratemos de higienizar el pensamiento mediante el método y la razón (tan imprescindibles, por otro lado), nunca lograremos que en él deje de penetrar todo aquello que somos, incluidas nuestras pasiones.



Tan solo puedo sugerir gritando: En lugar de negar sin más parte de lo que nos conforma, quizás fuera interesante traer aquellos matices al presente y a la consciencia para poder trabajar también con ellos.

jueves, 7 de octubre de 2010

INTERACCIÓN DE ACTUALIDADES QUE SON NOTICIA

La reducción del gasto social para reducir déficit es una simplificación. Así se nos presenta: Se asimila la economía mundial a la doméstica más elemental. De esta sencilla manera podemos ver como, si gastamos mucho, no podemos pagar nuestros préstamos, así que tenemos que ahorrar, dejar de gastar. Es tan lógico, coherente y comprensible, que es difícil no creerlo. No obstante, ahí fuera, tras los sólidos muros de nuestro hogar, hay todo un mundo financiero que no es, ni de lejos, tan sólido.
Así, bien lejos de nuestra casa -¿o no tanto?- nos encontramos con Moody’s. Conocemos que se trata de uno de esos ojos que, parece ser, todo lo ven y lo saben. Oráculo de este sistema frágil, recientemente, Moody’s ha vuelto a “saber” que la Deuda Pública española se ha depreciado. Es, pues, menos fiable y, por tanto, más cara. Y no nos sorprende. Constantemente, en este mundo nuestro, se pone precio al dinero, se crean ficciones de ficciones.
Quizás sería bueno hacer un pequeño ejercicio de lo que un antropólogo llamaría “extrañamiento”. Miremos las cosas como si nos fueran ajenas, extrañémonos ante ellas. Puede que, así, aprendamos algo sobre su esencia: ¿Qué es el dinero? Es, en su mayoría, un montón de papeles y anotaciones que deciden el “valor” de las cosas. ¿Y qué es el tipo de un préstamo? Pues es, en definitiva, un conjunto infinito compuesto de más papeles y más anotaciones que, una vez más, vuelven a decidir el “valor” de otra cosa, esta vez del propio dinero. ¿Así que ese tal “Moody’s” ha decidido lo que “vale” aquello que decidió lo que “valían” las cosas? ¡Fantástico! … Casi no tengo VALOR para asumir todo esto.
Pero ahí no acaba todo, aún hay más. Resulta más importante pagar esa ficción al cuadrado que procurar el bienestar social de una población. Así que reducimos gasto social, que ahora es más caro pagar nuestra Deuda. Extrañémonos un poco de nuevo: ¿Qué pasa si las prestaciones sociales se reducen? Que los ciudadanos tienen que costearse, de un modo directo, servicios que necesitan. Ahora esos servicios adquieren un “precio” (término, por cierto, preferible a “valor”, menos VALORATIVO, si se me permite). Pero es que estamos hablando de servicios necesarios, de los que no podemos prescindir. ¿De dónde sacaremos dinero para pagarlos? De nuestro trabajo, claro. Ahora necesito más el dinero, de forma más dramática, ahora estoy dispuesta a aceptar emplearme a menor precio. Ahora, la que se ha depreciado soy yo. Puesto que los salarios -como coste variable que son- están en condiciones de reducirse con mucha más facilidad, pues voy a aceptarlos de igual modo ya que dependo de ellos de una manera más esencial, es inevitable que bajen. Supongo que, a estas alturas, está claro que VALGO menos.
Pero nada de esto parece importar o, al menos, no parece que se vea mucho dinamismo para poner soluciones. En parte, supongo, porque VALEMOS menos. En otra parte, estoy segura de ello, porque hemos perdido la noción de lo que Lo Político es. Ni siquiera nos molestamos en buscar herramientas de lucha política, social, económica. Total, ¿para qué? Es cierto, el panorama ante nuestros ojos es desalentador, empezando por los propios partidos políticos, que podrían haber sido esa herramienta necesaria. Hoy se han convertido en estructuras monstruosas infectadas hasta casi sus cimientos por sus luchas internas de poder, controlados de manera jerárquica y casi castrense por sus élites y facciones, DESVALORIZADOS.
Aunque no es algo esto que debiera sorprendernos. Al fin y al cabo, solo hay que echar una mirada a nuestra historia para darnos cuenta de que esa jerarquía, plasmada en autoritarismo, se ha venido dando durante siglos a escala nacional. Contamos con poco más de 30 años de “democracia”. Pero esa es solo una de las facetas que explican nuestra desafección política. Y la burocratización y caciquismo de los partidos otra más. No son suficientes, no lo explican todo.
Y es que, bien mirado, los grupos sociales que, tradicionalmente, han contado con poder de lucha, como los mineros, siguen en boca de todos. La tradición, el pasado de nuevo. ¿No es posible que volver tanto la vista atrás termine provocándonos un esguince cervical? ¿No será, a lo mejor, preferible reciclar a esos trabajadores y dejar pasar, de una vez y para siempre, la era del carbón de mala calidad y la contaminación ambiental? ¿Qué fue de las energías renovables no contaminantes que tanto prometían allá por los años 90 cuando todos hablábamos de ellas? ¿Por qué hemos de seguir confiando en estructuras del pasado para solucionar los problemas del presente? ¿Qué nos impide construir herramientas nuevas?
¿Qué es la Realidad? ¿Qué es Verdad? Deberíamos plantearnos si el mundo está compuesto de valores que valoran los valores del valor, o de las personas y sus entornos. Puede que así empecemos a darle la vuelta a las explicaciones simplificadas que tratan de asimilar nuestras familias al mundo financiero globalizado. Quizás, entonces, encontremos, solo en parte, la manera de darle también la vuelta a ese mundo financiero globalizado desde nuestras volteadas familias, volteando nuestras herramientas.