TAUTOLOGÍA O GRITO

Aprender mediante la palabra y el discurso, mediante la dialéctica y la retórica, es algo tan básico y elemental como complicado, hay que andarse con cuidado. Si bien es cierto que mediante la verbalización los pensamientos se vertebran y adquieren coherencia, y que es en interacción con otros discursos que el nuestro se vuelve más fuerte, con más sentido; no es menos cierto que las palabras son, en muchas ocasiones, amigas de las que no hay que fiarse mucho. Y es que ellas -sobre todo algunas de ellas, las que nos preocupan- no son más que símbolos que han perdido gran parte de su significado, ampliando tanto su contenido que ya casi han perdido todos los matices que un día tuvieron-o pretendieron tener-. De manera que el repetido uso de significantes tan poderosos como “democracia”, “libertad”, “igualdad” o la misma “política” se han quedado casi sin significados o, al menos, los han diluido tanto que es difícil vislumbrarlos. Es por ello que, a veces, pareciera que la Verdad tan solo puede expresarse mediante la TAUTOLOGÍA o el GRITO.



Pero no nos damos por vencidos y pretendemos, con cada paso que damos, desentrañar un pedazo más de esos conceptos que tanto interés nos merecen. Así que mantenemos nuestra mente despejada y, sin más, GRITAMOS. Y desgarraremos nuestras gargantas y vuestros ojos hasta lograr algo de coherencia, hasta conseguir aportarnos -y aportaros- algo más de ese conocimiento del que nuestras mentes siguen ávidas.

jueves, 27 de enero de 2011

ÚLTIMOS ENCUENTROS: FINANZAS GLOBALES Y OTRAS ECONOMÍAS

La existencia de un mundo financiero no es ajena a la existencia de un mundo en que la economía es real. No se trata de un libro anti utópico que podamos cerrar y olvidar en la mesilla de noche. Ambas están tan conectadas que la convulsión de una de ellas convulsiona a la otra de manera casi instantánea. Y que la existencia de una, tal como hoy la concebimos, no es posible sin la otra.
El planteamiento es el siguiente: Llevamos siglos consumiendo por encima de nuestras posibilidades presentes gracias a la articulación de una economía financiera que se ha situado por encima de nuestras cabezas entretejiéndose a nivel mundial hasta hacerse opaca y autofagocitadora. De manera que la crisis actual y el sistema financiero no pueden entenderse si no es teniendo en cuenta que el sistema ha generado instituciones monstruosas que han tomado la forma de grandes gestoras financieras, aseguradoras y entidades bancarias variadas, y que se nutren del sistema pero también surgen de él y para él.
Es en ese mismo contexto global financiero que economías tan fuertes como la China o la de otras potencias asiáticas de cuyo “milagroso” crecimiento hemos sido testigos últimamente surgen. No debemos asombrarnos de su existencia, son hijas legítimas del sistema que impregna nuestras cotidianeidades. E, hijos de ese mismo padre, surgen también las regiones económicas que últimamente hemos venido trayendo a nuestras consciencias. Incluso los movimientos más o menos teóricos antiglobalizadores o que pretenden alternativas económicas les deben a los dioses de las finanzas sus vidas.

En resumen: Salir del sistema no es posible y la evolución del mismo está por decidir. Todo esto es cierto, pero no puede hacernos caer en el tan tentador pesimismo existencial que bajo las nubes grises de hoy tan cercano se nos muestra. Y es que las élites -hoy más difusas que nunca- ejercen su poder e influencia sobre las masas -hoy de forma más sutil que antes-, pero no pueden por menos que ceder, también, a la interacción con ellas.
Y resulta aquí pertinente presentarnos frente a un tipo de nombre Pzeworski, que estudió 187 países distintos desde el s. XVIII hasta el año 2000: La evidencia empírica nos muestra como las sucesivas ampliaciones observadas a nivel mundial en el derecho al sufragio son consecuencia de las amenazas revolucionarias percibidas gracias al acaecimiento de diversas movilizaciones, revueltas, manifestaciones y huelgas por parte de la clase obrera. Lo que se haga, cuenta. La movilización social sí vale para algo. Y no lo digo yo, lo dice la ciencia.

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